IVY POV

Los dos días siguientes se fundieron en una bruma de cafeína, luz artificial y una determinación tan fría como el acero. Mi oficina se transformó en un cuarto de guerra. La gran pizarra de cristal, normalmente reservada para lluvias de ideas creativas, ahora estaba cubierta de diagramas de flujo, análisis de riesgos y los nombres de cada miembro de la junta, con notas sobre sus posibles lealtades y debilidades. Dormía en el sofá del despacho, si es que a esos interludios de una o dos horas, interrumpidos por pesadillas de códigos rotos y sonrisas traicioneras, se les podía llamar dormir.

El mundo exterior se había reducido al zumbido de los servidores y a las voces de mi equipo. Emma, en su nuevo rol de Directora de Operaciones, se movía con una eficiencia que era a la vez admirable y profundamente inquietante. Organizaba los datos, coordinaba a los equipos y me presentaba informes con una precisión impecable. Demasiado impecable. Cada vez que le pedía algo, su respuesta era u