La cena había terminado y la casa se encontraba en un ambiente extraño de silencio. Los hermanos se dispersaban, cada uno hacia su propio rincón. Mientras Edrik seguía contando sus chistes, la figura de Darion se mantenía firme y callada en su asiento.
Su presencia era casi tan imponente como la sombra que proyectaba sobre la pared, y yo no podía evitar fijarme en él. Con su cabello negro y revuelto, que caía en mechones desordenados sobre su frente, y sus ojos violetas, que brillaban con una intensidad inquietante, Darion parecía sacado de un sueño extraño. Aunque no era el tipo de persona que solía llamar la atención de forma obvia, en su quietud había algo hipnótico, algo que hacía que uno no pudiera dejar de observarlo.En un momento, me sorprendió ver que se levantaba de la mesa y se dirigía hacia mí. Era una acción tan inesperada que casi no supe cómo reaccionar."¿Te importa si hablamos un momento?" dijo Darion, rompiendo el silencio con su voz profunda