A la mañana siguiente, desperté más relajada de lo habitual, lo que me pareció extraño. Desde que llegué a esa casa, siempre había despertado con alguna dolencia o confusión. Pero esa mañana, todo parecía más tranquilo. Miré el reloj: eran las 6:30 a.m. Era lunes, el día en que debía prepararme para ir a la Academia (La academia no era solo una escuela. Allí enseñaban desde lo básico —control emocional, coordinación en manada, el vínculo con el lobo interior— hasta lo más avanzado: alquimia de sangre, liderazgo alfa, rituales de luna llena... Todo organizado por ciclos de edad. A los 18, aprendías a sobrevivir contigo mismo. A los 23, se esperaba que pudieras guiar una manada.).
Me levanté de la cama con una sensación de calma que no recordaba haber experimentado antes. Tenía una hora y media antes de que comenzara la rutina diaria, así que me dirigí al baño para darme una ducha. El agua caliente relajó mis músculos, y cuando salí, me sentí lista para enfrentar el día.Mi un