BRANDON
Eran las cinco cincuenta y siete de la tarde cuando salí de mi oficina, echo un rayo destructor a punto de partir la tierra. Me sentía con el espíritu de Satanás a punto de poseerme porque no encontraba otra explicación a la excitación que implicaba imaginarme la cabeza de Olivia rodar.
Solo el pu**to milagro de que ella hiciera la declaración de que todo lo que dijo eran puras mentiras estúpidas, producto de sus delirios, la salvarían.
Estaba en mi auto, rumbo al set de Show Mundial. Le había dicho a mi chofer que me llevara, pues no tenía cabeza para manejar cuando lo único que tenía en mente era el temor de perder a Emilia y las pu**tas ganas que tenía de cortarle la cabeza a Olivia.
El mundo exterior parecía temblar con cada latido de mi corazón. Afuera, los paparazzi esperaban como buitres. Pero nada me iba a detener. Ya la había ignorado una vez, y estaba cediendo a tener a Emilia conmigo porque era una mujer increíble. No estaba dispuesto a perderla.
Mi teléfono son