BRANDON
El cielo afuera estaba nublado y amenazaba con una lluvia torrencial, de esas que te obligaba a quedarte en casa.
La oficina estaba en silencio, solo estábamos Emilia y yo. Ella estaba sentada en el sillón, con las piernas cruzadas y los dedos jugueteando con una pulsera. Estaba inquieta, lo notaba, pero no más que yo. La quería proteger de todo y el problema que teníamos encima no era fácil de lidiar.
Me acerqué despacio. Me senté a su lado, lo suficientemente cerca como para oler su perfume, pero lo bastante lejos como para sentir que esa distancia entre nosotros seguía ahí y dolía. Era una distancia de un secreto que ella no debía saber.
—Em. . . —Mi voz se quebró un poco al principio. Respiré hondo y la tomé de la mano, entrelazando nuestros dedos con cuidado, como si no supiera si tenía derecho aún—. Hay algo que tengo que decirte. Algo que puede cambiar muchas cosas. . . Incluso podemos cambiar nosotros.
Ella me miró. Firme. No había reproche, ni miedo. Solo expectació