61. Algo está mal
CRYSTAL
Apretaba los puños sobre mi pecho; mis dientes ejercen tanta presión que podrían romperse fácilmente.
Ahí estaba de nuevo ese odio abrumador y el deseo de querer destruir a aquel que ahora camina a mi lado sin saber lo que me pasa.
Llegamos de nuevo a aquel árbol grande; la luz traspasa a través de las hojas sobre nosotros, creando sombras sutiles.
Pasamos la corteza a un interior cálido; el techo de madera está cubierto por crisálidas a punto de eclosionar. También hay luciérnagas encerradas en frascos de vidrio y puedo escuchar el sonido de un arroyo al fondo.
Esto no parecía ser real.
—Escúchame, Crystal—habló aquel hombre con una voz profunda—, debes controlar primero tu poder de fuego que aún ruge en tu interior. Concéntrate en ello; haz de cuenta que es como el poder del invierno.
Lo intenté, lo hice; sin embargo, aquella voz era mucho más fuerte.
Miré hacia Ezra deseando poder llegar a él y, al mismo tiempo, deseando que se marchara. Lo iba a lastimar, lo sabía.