La noche se deslizaba lentamente, el sonido del bosque rodeando la cabaña donde Agatha, Samer y Zain se habían refugiado. Mientras revisaban sus planes, Agatha no podía evitar sentirse abrumada por la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros. Sabía que el tiempo era esencial, y que cada decisión que tomaran podría cambiar el rumbo de sus vidas.
—Necesitamos actuar rápidamente —dijo Samer, rompiendo el silencio que había caído sobre ellos—. Si Al-Fayed se entera de que estamos aquí, será un milagro si logramos escapar.
Zain asintió, su expresión seria.
—Lo primero es contactar a la informante. Si podemos conseguir su ayuda, podremos obtener la información que necesitamos sobre Al-Fayed y sus operaciones. Pero ella es cautelosa. Necesitaremos demostrarle que somos dignos de confianza.
Agatha sintió un nudo en el estómago. La idea de enfrentarse a alguien que conocía el oscuro mundo de Al-Fayed la intimidaba. Sin embargo, sabía que no podía dejar que el miedo la detuviera.
—¿Cómo la