Capítulo 2: Donde quisiera tus manos

II

—Lo siento tanto, Adam, una vez más, no pude ni siquiera lograr que me miraras o vieras mi actuación con respeto, por que debió ser un desastre para tus ojos —así entonces comenzaba la hora de la auto compasión para Noah. Admiraba y tenía en un altar a su par, Adam Slave, nadador profesional de veintisiete años, pentacampeón olímpico. Lo admiraba desde que era muy pequeño, y soñaba con siquiera hacer una presentación parecida a las de Adam. Pero algo en su cuerpo no era igual al de ese hombre, y por eso fracasaba de forma tan miserable. Nunca había sido capaz de hablarle siquiera y, cuando por fin pudo estar al menos en una misma sala con él, no logró más que saludarlo levantando una copa. Era un cobarde. Sin hablar del saludo en el aeropuerto. Patético.

Pero, Noah, no siempre le tenía miedo a ese hombre de mirada de miel y cabellos de fuego. De su maleta, sacó un cuaderno muy grueso con muchas hojas ya escritas por él, su tesoro. Se abrazó a este, y se tendió en su pequeña cama. Ahí estaba en miles de palabras el Adam que sí le hablaba, el Adam que le enseñaba. Que le tocaba. Noah supo que su admiración estaba ligada a su corazón, y se enamoró de su Idol. Lo sabía todo de él y no sabía nada. Aun así, soñaba mucho y lo que soñaba, lo escribía, porque en ese mundo perfecto de palabras, ellos eran felices para siempre. Abrió el cuaderno en una de las partes que más le gustaba, una de las muchas en las que se sentía pleno.

“Luego de terminar nuestro café en ese pequeño local de París, Adam me tomó de la mano y la sujetó con fuerza. Yo estaba muy avergonzado, no sabía qué decirle así que con torpeza le tomé por su otra mano y la besé. Él me miró con ternura y con voz muy baja me dijo que nos fuéramos de ahí, que no resistía más el no tener el contacto de mi cuerpo. Me ericé por completo ¿qué no le era suficiente con lo que había pasado la noche anterior?, parecía que no, y aunque yo estuviese adolorido, tendría todo el vigor para estar con él. Despacio, caminamos tomados de la mano, admirando cada calle como un par de ridículos. Él me veía con esperanza. Yo sabía que le traía a su vida una alegría que no había conocido antes. Yo también sonreía, aunque, no se me diera tan bien hacerlo. Todos a nuestro alrededor eran invisibles mientras caminábamos tomados de la mano sin importar los prejuicios. Hablábamos tonterías, como quién debería hacer el desayuno, o quién debería llevar la ropa a la tintorería. Sin pensarlo, llegamos a la puerta de nuestro sitio y él sacó la llave de su bolsillo con prisa. Había regresado ya su ímpetu. Y mi cuerpo vibraba. Yo lo necesitaba piel con piel. Su cuerpo tan blanquecino era un deleite.

A penas si me dejó cerrar la puerta y se me lanzó encima para besarme como si no lo hubiera hecho en mucho tiempo. Y mi boca de mariposa lo recibió entero, abriendo y cerrando los labios para intentar absorberlo todo. No quería que escapara ni el más mínimo sabor a él. El beso se hizo tan apasionado, tan profundo que ya la ropa causaba un calor molesto. Metió sus manos por debajo de mi camisa y buscó mis pezones hasta encontrarlos. Solo un gemido salió de mi boca, porque quería más de ese hombre. Quería que me dejara en pedazos como siempre lo hacía. Quería gritar de placer en sus brazos, quería que me tomara tan fuerte por el cabello, que gran parte quedara en sus preciosos dedos. La cama nos esperaba. Me quitaba la ropa como si fuera el fin del mundo, creo que quería observarme entero, desnudo.

—Eres tan hermoso —me dijo sonriendo, mirando mi sexo que ya estaba crecido. Y él quiso que lo estuviera más. Se agachó y con una mano lo tomó con fuerza para luego meterlo en su boca. Sentí mucha vergüenza, no me gustaba que sus labios se profanaran, pero yo lo sentía tan exquisito, que deseaba que no terminara nunca. Él me miraba buscando mi expresión y yo lo único que podía hacer era perderme en el lapislázuli de sus ojos. Veía como por las esquinas de su boca se escapaba saliva que con gusto limpiaba con mis dedos para luego llevarla a mi boca. Yo pronto terminaría y sabiendo esto al ver mi cara, uno de sus dedos inquietos se quería abrir paso en mi entrada. Me dolió mucho, pero más por el hecho que no había tenido descanso en casi una semana. Sin dejar de succionar mi sexo, su dedo se deslizaba dentro de mi, hasta así poder meter otro. Yo gemía desesperado, lo quería dentro a él. Quería sentir todo su peso sobre mí, quería la fricción de su piel con la mía, cómo su sudor se combinaba con el mío y empezaba la lluvia salada que me encantaba lamer de su espalda. Mis piernas empezaban a dejar de responder. Lo supo, y de prisa se sacó mi pene de su boca y se puso de pie para tumbarme en el colchón. Yo lo sabía, lo veía, estaba muy excitado y pronto yo lo sentiría por mí mismo. Flexioné la piernas sobre mi pecho, quería hacerle muy fáciles las cosas y entonces…”

—¡AY DIOS MÍO CÓMO PUDE ESCRIBIR ESTO! —gritó Noah muy fuerte, sonrojado, abrazando su cuaderno con fuerza sobre su pecho—. Estoy muy loco por ti Adam —dijo incorporándose un poco y acercando su mano a uno de los muchos poster de su pared—. Sé que en este momento debes estar siendo amado y protegido como yo lo haría.

Pero ese Adam, que tanto amaba, no era el mismo Adam que retozaba a miles de kilómetros con un hombre que no lo respetaba. Nunca se había hablado de su reservada vida personal, sin embargo había dejado claro que tenía pareja; igual, el muchacho, parecía siempre estar feliz, lleno de energía y le encantaba alentar a sus contemporáneos a ser mejores cada día. Eso era totalmente auténtico en él. Su sonrisa y su alegría arrolladoras. Él mismo estaba sorprendido de lo mucho que podía manipularlo su amante. Sin embargo,  quería encontrar en Leo ese “algo” que siempre veía en todos. Quería pensar, que, a pesar de la pared que los separaba, él era el indicado. Muy pocas ocasiones a pesar de su frialdad, había dado muestras de cariño. Y todo parecía resumirse en que el otro, no se había declarado homosexual e incluso estaba comprometido. Qué dilema.

“En la barra de aquel bar, me sentí observado. Era una poderosa mirada que me recorría entero. Yo no sabía qué hacer, me sentía atrapado, como paralizado ante un depredador. Lentamente como una serpiente lo sentí junto a mi, mientras la escandalosa música impedía que le hablara con normalidad.

­—Hola, veo que no tienes compañía, ¿te molesta si me…”

—¡Ay no qué asco! —gritó de nuevo Noah, tachando con furia lo último que había escrito—. Parece un guion de película muy barata. Además yo casi nunca he estado en un bar, no recuerdo como es la barra, qué tan alta es la música… ahora que lo pienso tengo una vida muy aburrida.

Ya había pasado más de un mes y Noah Miller estaba como todas las tardes desde que llegó a su ciudad, sentado en la playa muy cerca del muelle. Ver el atardecer le recordaba que había un nuevo día que vendría con toda la monotonía, pero que le regalaba otro espacio para seguir soñando. Luego, entraba en el agua, y dejaba que su cuerpo flotara un poco en el mar, ese que arrastraba tantos sueños y deseos, el mismo mar que inspiraba historias de amor y muerte. Noah, quería que ese mar lo llevara por mundos de alegría y pasión, de la mano de Adam, ese hombre que jamás podría ser suyo, pero que le pertenecía por completo en sus escritos.

***

Fin capítulo 2

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo