El gruñido de Derek estalló, reverberando en los huesos de todos los presentes. Pero en lugar de calmar, el rugido solo avivó el pánico.
—¡Saquen a esa luna maldita! —vociferaban—. ¡Nos va a destruir a todos!
La furia de Derek reventó. Su poder de Alfa Supremo se desató como un huracán invisible, azotando a cada lobo allí reunido. Todos retrocedieron, temblando, con los lobos internos doblados por el terror.
—¿Supremo, va a acabar con su propia especie? —se atrevió un delta, con un dejo de súplica, apelando a su compasión.
Derek giró lentamente la cabeza, con los ojos encendidos por Yeho.
—Si es necesario… sí.
El aire se cortó en seco. Los presentes quedaron boquiabiertos, incapaces de procesar lo que escuchaban. El alfa supremo, siempre devoto, siempre protector, estaba dispuesto a aniquilar a los suyos por ella.
Y no era solo Derek, ya que, en su mirada, ardía también la fusión con Yeho.
—Si me obligan, no dudaré en hacerlo —prosiguió, con voz baja pero letal, como el filo de un v