Por los nietos y otros deseos.

Ana y Ester chocaron copas, brindando como dos cómplices legendarias.

—Por los nietos —dijeron al unísono, mientras Scarlet deseaba meterse debajo de la mesa y Derek ya estaba mentalmente planeando cumplirles el deseo… y más.

Scarlet, nerviosa como un gato mojado, se levantó bruscamente de la mesa, agarrando los platos con manos temblorosas, sin saber cómo responder al incómodo comentario materno. Pero antes de que pudiera dar un paso, Derek, con una sonrisa traviesa dibujada en los labios y ese brillo endemoniado en los ojos, le quitó todo de las manos de un tirón.

—¿Qué haces? —chilló, con la voz entre sorprendida y escandalizada.

—Los bebés no se hacen solos.

Simplemente, la cargó como un saco de harina sobre su hombro y se la llevó directo al aposento como si estuviera raptando a su premio.

—¡Derek! ¡Bájame! ¡Estás loco!

—Exacto —respondió él con una carcajada—. Loco por ti, Lunita.

Apenas la dejó en el suelo, Scarlet salió corriendo al baño como si tuviera fuego en los talones, c
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