Cuando el macho beta descubre los cojines con borlas.
Con los hombros caídos como si cargara el peso de toda su maldita existencia y dos ojeras tan profundas que parecían cráteres lunares, Lioran arrastraba los pies por el largo camino hacia su casa. Y aunque le urgía cumplir la orden directa del supremo —quien, con más autoridad que tacto, lo había arrancado de su reclusión del castigo, para pedirle reorganizar a la manada que estaba bajo amenaza de guerra.
El paso de Lioran era lento, casi tortuoso. En condiciones normales, ya habría tomado su auto... o dejado que su lobo interior corriera como alma que lleva el diablo.
Dado que la distancia entre su casa y la residencia del supremo era bestial. Pero hoy, Lioran quería perderse en sus pasos, y en el eco de sus pensamientos.
«Como quisiera ser un puto egoísta y haberla retenido a mi lado...—se maldijo en voz baja, el rostro crispado por el dolor y la frustración.
Pues el recuerdo de su despedida con Paola, era una daga que no dejaba de girar en su pecho.
#Que haces lamentándote