La leyenda del lobo y la diosa.
Lioran se sentó en una roca y le hizo señas para que se sentara a su lado. La luna, alta y testigo silenciosa, bañaba el risco en un resplandor plateado.
Comenzó, con la voz baja y profunda: —Hace miles de años, una diosa fue castigada por los dioses mayores. Su falta fue desear ser humana, algo absolutamente prohibido. Era poderosa, responsable del cosmos… y como castigo, la condenaron a vivir en el cielo, iluminando la noche sin poder tocar la tierra.
Cada noche, desde su prisión celeste, observaba con tristeza todo lo que anhelaba: la sencillez, lo finito… el amor. Pero solo un lobo la vio a ella. No como diosa. No como estrella. La vio como su pareja.
Paola se giró hacia él, atrapada por el tono de su voz.
—El lobo venía aquí, a este risco. Aullaba cada noche, no por hambre ni guerra, sino por amor. La diosa lo escuchaba. Y con el tiempo, su pena se volvió ternura.
Una noche, escapó del cielo. Bajó a la tierra convertida en una mujer hermosa, justo aquí, donde el lobo la esperaba