El ex más ridículo del universo.
—Scarlet… vine por el anillo de mi abuela —demandó Leo sin rastro de vergüenza—. Me arrepentí de dártelo. Claudia es la mujer que merece ser mi esposa.
Dicho esto, rodeó la cintura de Claudia con un brazo y le plantó un beso pegajoso en la mejilla.
Claudia sonrió como si acabara de ganar un concurso de belleza… y crueldad.
Scarlet no se inmutó.
—Ese anillo… ve a buscarlo en la basura del hospital. Lo tiré —ella se puso un dedo bajo el mentón—. Supongo que el personal de limpieza ya lo habrá mandado al infierno donde pertenece.
Leo palideció al instante y sus labios se entreabrieron, pues esperaba que ella se derrumbara, que rogara y que llorara.
En cambio, Scarlet lo miró con esa sonrisa sarcástica y elegante que solo una mujer con dignidad puede esgrimir.
Leo tragó saliva, sin saber qué decir.
—Ah, y por cierto —añadió Scarlet sin levantar la vista de su microscopio—, paguen su propia boda. Ya se aprovecharon bastante de mi ingenuidad. Sirvan para algo y cubran sus propios caprichos.