Cara a cara con la ex suegra tóxica.
—¿Disculpe? ¿A quién se refiere? —preguntó una de ellas, educadamente.
Claudia, señalando a Scarlet y Zhana con todo el desprecio que pudo reunir, respondió:
—A esas dos. Vienen a ensuciar la ropa. No tienen dinero. Solo entran para tomarse selfies y presumir en redes. No gastarán ni un centavo.
Zhana, que ya tenía la sangre caliente, sonrió con lentitud… y aplaudió.
—¡Bravo, Claudia! ¡Tú sí que sabes hacer el ridículo con elegancia! ¿Por qué no te postulas para Reina del Odio?
—¿Perdón? —saltó Claudia, con el rostro rojo como un tomate.
—Lo que oíste. Porque tú sí que te superas cada día. Eres venenosa, acomplejada y… ¿cómo no? Terriblemente básica —remató Zhana con una sonrisa maliciosa.
Scarlet, por su parte, avanzó un paso al frente, con la espalda recta y la mirada firme.
—¿Sabes qué es lo triste, Claudia? Que con toda tu amargura, ni entrando a esta tienda veinte veces vas a lograr que alguien te regale elegancia. Porque eso, mi reina, no se compra. Se nace con ella —dijo, sacan