Apostando con los sentimientos.
—No tienes que preocuparte, por eso —enfatizó Lioran, encogiéndose de hombros mientras apartaba su plato vacío y señalaba el de ella—. ¿No comerás nada más?
Paola lo ignoró, cruzándose de brazos e hizo un puchero.
—¿Tan horrible es que no quieres decírmelo?
—Uff… para nada. No hay experiencia más placentera que la unión por destino.
Paola mordió el labio inferior, incrédula.
—No te creo nada.
Lioran sonrió con picardía, se puso de pie y llevó los platos a la reja para que el servicio los recogiera.
—¿Y entonces… me enseñarás a jugar alguno de esos juegos de mesa que traje?
Paola miró las bolsas en el suelo y sacó un juego de ludo, cartas de colores, naipes y Monopoly.
—No sabía que te gustaba —comentó Lioran, un poco apenado.
—¿Y te importa mucho complacerme?
—Sí —reconoció, con una brillante sonrisa.
—Pero no me dirás qué se supone que pasa entre las parejas destinadas.
—Ya no pienses en eso, enséñame a jugar.
Paola empezó a quitar el plástico protector del ludo.
—¿Los lobos no juega