Del llanto al billete de cien.

Claudia parpadeó, aunque fue solo por un segundo, ya que luego soltó una carcajada desdeñosa.

—¿Esa es tu defensa? ¿Un chivo expiatorio imaginario? Patética. Siempre supe que pagaste por tu título. Tus errores te están alcanzando, novata.

Scarlet estuvo a punto de lanzarse sobre ella como una fiera, pero una mano la detuvo.

—No pierdas tu tiempo con esa arpía —la voz de Zhana cortó el aire como una navaja oxidada.

Scarlet, sin decir una palabra, asintió. Ignoró a Claudia como quien ignora a una cucaracha venenosa y se metió en su pequeña oficina.

Cayó sobre la silla como un edificio derrumbándose.

—¡Esa maldita víbora está detrás de todo esto! —gritó Scarlet, golpeando la mesa con los puños cerrados.

—Lo sé —Zhana suspiró, cruzándose de brazos—. Pero lo hizo bien, muy bien. No dejó rastro. Todo apunta a que la tonta fuiste tú.

Scarlet sintió que el mundo se le desmoronaba otra vez, como si la tierra se abriera bajo sus pies para tragársela.

—No hay salida… —murmuró, sacando su celular
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