Derek seguía en silencio, mirando el plato sin verlo. Estaba usando su vínculo mental con la manada. Varias voces hablaban, a la vez, urgentes.

Finalmente, se giró hacia ella.

—Amor… Lioran te llevará al laboratorio. Aunque muero por verte en tu nuevo escritorio, tengo que irme.

Scarlet frunció el ceño, disgustada.

—¿Tan pronto?

Derek se inclinó, besó sus labios y deslizó una tarjeta negra sobre la mesa.

—Pide lo que quieras, sin pena.

—Mejor no me des confianza, Derek… te dejo en la ruina en una mañana —bromeó, alzando la ceja.

—Tendrías que vivir diez vidas para gastar lo que tengo… y eso, derrochando como una loca —respondió él con una sonrisa soberbia.

Scarlet se inclinó con picardía.

—Entonces me buscaré nueve chicos guapos para gastar con ellos también.

Él gruñó. Literalmente gruñó, y al instante su mano fuerte sujetó su cuello con firmeza controlada. No apretó, pero acercó sus labios a los de ella, tan cerca que su respiración le rozó la piel.

—Tendrás que ser castigada por eso