Capítulo 5

El nuevo día en Nardinkath me recibe con una clase a primera hora de etiqueta, Katlin tiene todo listo cuando la alarma de mi celular suena y pese a que me estoy muriendo del sueño me levanto sin protestar y me alisto rápidamente.

La escuela está movida desde temprano, todos caminan a sus aulas con libros en las manos, cada cual en su mundo sin fijarse en lo que hacen o dejen de hacer los demás.

Camino apresurada hasta el aula seis dónde me toca esta clase, pero me detengo al toparme con mi hermana pequeña que camina riendo juntos un grupo de chicas, supongo sean sus nuevas amigas.

—Eva —me saluda seca y le doy un asentimiento algo dudoso.

«¿Ahora qué le pasará?». Una de sus amigas le susurra algo al oído y ella me mira fijamente, luego me agarra del brazo y nos aleja.

—No puedes saludarme en los pasillos —me dice y no puedo evitar soltar una carcajada.

Vaya, podía imaginar cualquier cosa de ella, pero no esto.

—¿Ahora te avergüenzas de tu propia hermana? —Ruedo los ojos, siempre consigue sorprenderme aún más.

—Eres una posible señalada —susurra y la miro perdida, pero luego recuerdo todo el asunto de las jerarquías aquí—. Te metiste con Kylliam Wesh, Eva, estás frita.

Porque todos en esta escuela le tienen tanto miedo a ese chico. «¿Acaso ha matado a alguien?».

—Perfecto Angie —le digo y me mira apenada—. De todos modos, no es que entre nosotras exista mucha comunicación.

Baja la cabeza nerviosa, pero ya es demasiado tarde para arrepentirse. Es mi hermana y se supone que debe ser la primera en apoyarme y no largarse cuando las cosas se ponen difíciles.

—Yo... Lo siento Ev.

—No lo sientas —le digo antes de seguir mi camino—. Si me necesitas ya sabes dónde encontrarme.

Vuelvo a retomar mi camino, menuda forma de empezar este día. Cuando llego al salón solo hay tres personas: la chica que es presidenta de la clase: Dilary, el otro chico príncipe de una isla y uno de los amigos de Kylliam.

Me siento en la fila del final, al lado de la venta y reviso mi celular en lo que llegan los demás. Después de varios minutos ya estamos casi todos y Dalton entra con una sonrisa plasmada en el rostro y camina directo a mí.

—Buenos días, Eva de mi corazón. —Se sienta a mi lado y corre la silla para acercarse.

—¿Cómo puedes sonreír siempre?

Ojalá pudiera hacer eso.

—Todo se trata de actitud. —Me guiña un ojo—. La vida es muy corta para desperdiciarla con la tristeza. Y bueno... ¿Cuándo me vas a contar?

Lo miro confundida, Adele también llega al aula y se acerca a nosotros.

—¿Contar qué? —le pregunto.

—¿Quién era el chico guapetón de ayer? —me pregunta.

—¡Oh sí! ¡Necesito saber! —exclama Ade—. Me llevé un susto de muerte cuando llegaron corriendo.

—Es complicado —intento barajar el asunto.

—Nos tienes que contar —afirma Dalton y soy salvada por el profesor que entra al salón.

Todos nos quedamos en silencio mientras acomoda sus pertenencias en el escritorio y se gira a nosotros. Es un hombre algo mayor, con cabello canoso y varias arrugas por la edad. De pronto una bola de papel cae en mi mesa y miro a mi alrededor para encontrarme con Kylliam que me sonríe desde el otro extremo del salón.

Ruedo mis ojos y procedo a abrir la nota.

"Me debes una Ev".

Vale, que no cunda el pánico Eva, solo es un chico pijo que está acostumbrado a que todo el mundo se rinda a sus pies y nunca ha encontrado a alguien que se le enfrente, dentro de unos días no serás nadie para él y olvidará tu existencia.

El profesor habla algo sobre un baile dentro de unas semanas pero estoy demasiado concentrada intentado ignorar la mirada de Kylliam que no se mueve de mí.

—Deben escoger una compañera para el baile. —Escucho y los murmullos comienzan—. La costumbre en Nardinkath es que los chicos inviten a las chicas. Bien, me han dicho que tenemos una nueva princesa por aquí.

Levanto mi mano y nuevamente soy el centro de atención de todos en el salón.

—Bienvenida a Nardinkath, majestad —me dice el profesor y le agradezco—. Espero que mis clases de etiqueta le sirvan para su futuro reinado.

La clase continúa y Kylliam sigue mirándome fijamente, cuando suena finalmente la campana le agradezco a todos los dioses y salgo como alma que lleva el diablo del salón.

Dalton y Adele me alcanzan y juntos caminamos hacia el salón de ceremonias dónde comenzaremos las prácticas para el baile. Mi celular notifica un mensaje y comienzo a hiperventilar cuando lo leo.

Desconocido: Dile a Korra que te diga la verdad... ¿Tus padres de vacaciones? ¿No sientes que hay algo más detrás de todo eso?

—¿Pasa algo Eva? —me pregunta Ade preocupada—. Estás pálida.

—Yo... Necesito hacer algo antes de ir a clases —le digo y comienzo a caminar hacia la oficina de la abuela con el cuerpo temblándome.

Por el camino varias personas se quedan mirándome y los ignoro olímpicamente, porque ahora mismo solo necesito una explicación a ese maldito mensaje que recibí.

El pánico se apodera de mí.

Cuando llego a la oficina de la abuela, la puerta está abierta y escucho voces desde dentro.

—El anuncio se hará el día del baile, Jared lo sabe y está de acuerdo. —Escucho una voz masculina.

—Es el día perfecto —añade mi abuela—. Estará lista para ese día.

—¿Has hablado con ella? —pregunta el hombre.

—Aún no, hoy es su segundo día aquí.

—Debes de hacerlo pronto Korra, nada puede salir mal. —Escucho dos copas chocar y me dispongo a tocar la puerta pero mi abuela habla.

—Evangeline es la indicada, Gerad. —Ríe—. Ella y Jared serán excelentes esposos.

¿Esposos?

¿Ella y Jared serán excelentes esposos?

Una sensación abrumadora de impotencia se apodera de mí. Me siento atrapada en un juego en el que no elegí participar y que parece estar completamente fuera de mi control. Cada latido de mi corazón retumba con frustración. La idea de que alguien más se sienta dueño de mi vida me llena de una mezcla de rabia y tristeza. La puerta hizo un estruendo cuando la abrí de repente ciega de la ira y caminé hasta mi abuela y el hombre que la acompañaba.

—¡Pero te has vuelto loca! —le grito y me mira asustada—. ¡¿A qué te refieres con esposos?!

—Evangeline cálmate —me pide el señor desconocido.

—¡Usted no se meta! —le grito.

—¡Eva! —Me regaña Korra—. ¡Respeta al Rey Gerad!

Miro al señor que me da una mirada analizadora y lo ignoro por completo mirando a mi abuela.

Me importa muy poco que sea rey, solo quiero que la señora me explique lo que acabo de escuchar.

—¡¿Quién te crees para armar todo esto?! —Ella se mantiene impasible mientras yo estoy a punto de estallar—. ¡Ahora mismo llamo a mi madre y me largo de este lugar!

De repente comienza a reír y la miro confundida con más rabia aún. ¡¿Qué rayos le pasa a esta mujer?!

—¿Tu madre? —me pregunta y suelta una carcajada—. Dudo mucho que tu madre pueda sacarte de aquí.

—¿De qué me hablas? —le pregunto, el corazón me late a mil por segundo y las manos me tiemblan, mientras mi "abuela" me mira con burla.

—Tu madre está en la cárcel, Evangeline —me dice el tal Rey Gerad y yo giro la cabeza hacia él.

¡No, no, esto no puede estar pasando!

—¿Qué?

—Si —añade mi abuela—. ¿Acaso creíste eso

de que el inútil de tu padre había hecho un buen negocio?

—No hables así de mi padre —replico mientras mis ojos se llenan de lágrimas.

—Es la verdad, si tu madre me hubiese obedecido no estuviese pasando por esto. —Se sienta en su sillón—. Ambos están en prisión, tu padre fue engañado.

—¡No! —le grito mientras las lágrimas comienzan a caer—. ¡Estás mintiendo!

—No Evangeline. —El Rey Gerad camina hasta mi y pone su mano en mi hombro, me alejo al instante—. Tu abuela dice la verdad.

No lo creo. Las palabras de Korra deben ser una especie de broma cruel. Algo tan aterrador no puede estar sucediendo en mi vida. Su voz se siente como un eco distante y confuso. Mi mente se resiste a aceptarlo y mi corazón late como si tratara de huir de la realidad.

—De todos modos, no pienso casarme con nadie —le digo secando mis lágrimas—. Puedo no tener a dónde ir, pero no puedes obligarme a ello.

—Es por tu bien —me dice con una sonrisa falsa.

¡Bien sus arrugas!

—No me importa —le digo furiosa—. No pienso hacerlo.

Ella y el Rey comparten miradas y siento que esto se va a poner mucho peor cuando saca unos papeles de la gaveta de su escritorio y los pone en la mesa.

—Quería intentarlo por las buenas, querida nieta —me dice seria—. No me dejas opción.

—¿Qué es eso?

—Eso, futura nuera repone y miro al Rey Gerad con desprecio mientras me habla—. Son los documentos que pueden sacar a tus padres de la cárcel.

Suelto un suspiro de alivio e intento cogerlos pero Korra los aleja de mí. Joder, que esto sea una pesadilla y me despierte entre las cobijas de mi cama.

—No es tan fácil.

—¡¿Y tú por qué haces todo esto?! —le grito desesperada intentado controlar las lágrimas.

—Estos papeles estarán en tus manos luego de que te cases con el príncipe Jared —me informa y ya me es imposible retener las lágrimas—. Esa es la condición.

La sensación de estar atrapada en este camino preestablecido me oprime. Quiero gritar, rebelarme contra esta injusticia, pero parece que no hay ninguna salida. Me siento como una marioneta en las manos de mi abuela. Me duele pensar que mi vida podría ser reducida a una transacción, un matrimonio planeado sin considerar mi felicidad o mis deseos. La sensación de no tener control sobre mi propio destino me llena de amargura.

—¡Es tu hija la que está en prisión! —Doy una palmada en el escritorio y ella pega un brinco—.¡Es que tú no tienes corazón!

—¡Basta ya! —me grita—. ¡Deja de hacer este maldito berrinche!

—¡¿Berrinche?! ¡¿Crees que esto es un maldito berrinche?!

—Cálmense ambas. —Pide Gerad—. Estamos en la escuela.

Secó mis lágrimas y miro los papeles en las manos de Korra.

—¿Qué ganas tú con todo esto? —le pregunto.

—Solo quiero el bienestar para mi familia —me dice y no le creo nada, hay algo más detrás.

—Quiero hablar con mis padres —le exijo—. A ti no te creo nada.

—Tu madre debe llamarte esta noche —me informa y asiento.

—Bien —me giro dispuesta a marcharme.

Ni siquiera pienso en ir a clases, solo quiero estar casa y que todo esto sea una horrible pesadilla. Por el pasillo me topo con Angie que me mira preocupada al notar que estuve llorando, pero no es capaz de acercarse y sinceramente prefiero que no lo haga.

En mi habitación, camino de un lado, descalza y en pijama. Katlin se mantiene sentada en la silla del escritorio observándome preocupada, hasta yo lo estoy. «¿Cómo llegué a este punto? ¿En qué momento mi vida se convirtió en esto?».

—¿Está bien, alteza? —me detuve. Es imposible hacer que ella me llame por mi nombre.

—Necesito irme de aquí —le digo sentándome en la cama.

—Eso sería imposible —me mira con pesar.

Suelto un suspiro lleno de decepción y me acuesto. «¿Cómo estarán mis padres?». Si todo lo que dice Korra es cierto, mamá estará a punto de morir de un colapso nervioso y papá simplemente esconderá toda su tristeza para que ella no se sienta peor. Todo va a depender mí, eso es lo que más me corroe, hacer algo mal, ser egoísta y pensar en mi felicidad por encima de la de ellos. Siempre lo he hecho, pero creo que llegó el momento de olvidarme de mí. Se escuchan dos toques en la puerta y Katlin se levanta a atender. Abre un poco y muestra una sonrisa a la persona que está fuera.

—La princesa Eva no está disponible en este momento —dice con amabilidad, la otra persona habla pero no logro escuchar—. No creo que quiera verlo, la verdad.

Quien esté del otro lado de la puerta vuelve a hablar y Katlin se gira hacia mí un poco incómoda.

—Alteza, el chico al que le lanzó un plato de sopa a la cara la busca.

Abro mis ojos de par en par ante la mención de Kylliam y me levanto de un salto de la cama.

—Dile que no estoy —suelto nerviosa y escucho una risa.

—Te ha dicho que estoy aquí —dice Kylliam divertido—. Acabo de escucharte Eva.

—No quiero hablar contigo.

—Entonces cierta persona que conoces hace poco va a pagar las consecuencias —dice y siento como gira sus zapatos dispuesto a irse.

¡Adele!

—Vale —suelto rápidamente—. Permítele pasar Katlin.

—Déjanos solos —le ordena él con indiferencia, ella asiente bajando la cabeza y sale.

La puerta se cierra.

Vale, me siento acorralada y mi nerviosismo aumenta cuando Kylliam mira toda mi habitación con detalle y camina alrededor sin decir palabra alguna. No estoy para enfrentar problemas, no ahora que siento todo mi mundo derrumbarse.

—¿Qué quieres? —le pregunto tratando de aparentar indiferencia hacia él.

Sus ojos verdes dejaron de detallar mi habitación y se posaron en mí, sonríe y si no fuese porque sé que es alguien peligroso hubiese sonreído también.

—Veo que ya te hablaron de mí. —Suelta una pequeña carcajada—. ¿Qué tal la salida de ayer con tus amigos?

—¿Cómo sabes que salí ayer?

Se sienta en mi cama y da una palmada a su lado para que me siente también, pero lo ignoro.

—Que poco amable eres, Eva, soy tu invitado.

Entorno los ojos y me río. Por un momento trato de dejar todo el caos de mi cabeza a un lado y enfrentar a este idiota. Kylliam se aclara la garganta y salgo de mi lucha interna.

—En primer lugar, no te he invitado, tú solito te apareciste aquí. En segundo no mereces mi amabilidad.

—¡Auch! —Lleva una mano a su pecho—. Eso dolió.

—¿Qué quieres de mí, Kylliam?

—No puedo creer que no recuerdes —dice por lo bajo pero logro escucharlo.

—¿De qué hablas?

Mi celular comienza a sonar en la mesita de noche y la palabra "Mamá" se ilumina en la pantalla.

Suelto una maldición interna porque Kylliam está aquí y miro del celular hacia él.

—Puedes contestar. —Señala el celular.

—No tienes que darme permiso para contestar mi teléfono. —Camino hasta la mesita y lo tomo contestando.

—¿Eva? —La voz de mamá se escucha débil.

—Mamá ¿cómo estás? —le pregunto al instante preocupada, con la mirada de Kylliam causándome estragos.

—Cariño, lo siento mucho... —Está llorando y el corazón se me desarma—. Tu padre está...

—Lo sé mamá. —Una lágrima rebelde se escapa y Kylliam finalmente aparta su mirada—. Haré lo posible para que esto termine pronto, te lo prometo.

—Por favor Eva, obedece a la abuela. —Se escucha a alguien llamándola—. Ella es la única que nos puede sacar de esto.

El orgullo se me quiebra porque depender de la abuela es algo que no tolero, porque su solución a todo esto, es mi maldita condena a una vida que odio.

—Está bien, mamá. Cuídense por favor y llama más seguido.

—Haré lo que pueda.

Cuelga y el mundo se me cae en los hombros.

Kylliam está de pie y me observa con confusión.

—¿Está todo bien? —me pregunta y me dan ganas de sacar toda mi rabia con él.

—Nada está bien, pero eso no te incumbe —escupo.

Alza sus manos en señal de paz y camina hacia la puerta.

—Hoy es un mal día para platicar contigo —dice abriendo la puerta—. Tenemos algo pendiente Eva.

—No tengo nada pendiente contigo, Kylliam.

—Yo creo que sí. —Sonríe—. Me debes una sopa, mi asistente te avisará la dirección, ponte algo elegante.

—¿Puedes marcharte ya?

—Sea lo que sea, estoy seguro de que tienes la fuerza suficiente para salir de ello.

Sale de mi habitación dejándome totalmente perdida. ¿Ponerme algo elegante?

Sacudo mi cabeza y me olvidó de Kylliam porque él es el menor de mis problemas ahora. Entro al vestidor, Tomo algo medio decente y me dispongo a ir a hablar con la abuela. Como de costumbre en las noches los pasillos de las habitaciones están vacíos, pero al llegar al salón principal todos caminan hacia la salida.

—¡Eva! —me llama Adele desde la puerta y la saludo con la mano—. ¿No vienes?

—Hoy no.

Me giro y continúo mi camino. Cuando llego a la oficina de Korra, la puerta está abierta y entro, pero no hay nadie, así que me siento en unos de sus cómodos sillones a esperarla. Al cabo de unos segundos escucho unas voces y miro hacia mi derecha donde hay una puerta que recién descubro, de allí vienen las voces.

—¿A qué te refieres con que está recobrando la conciencia? —pregunta mi abuela enojada.

—Hay una nueva enfermera que lo está ayudando —le responde el Rey Gerad.

Por lo visto le gusta mucho visitar a Korra.

—¡Eso no puede pasar! —grita ella enojada—. ¡Eres el rey!

—Hago lo que puedo Korra —le dice él y escucho un vaso impactar en la mesa.

—Gerad, si Jared descubre la verdad nuestro plan se va por la borda.

—Lo sé, yo soy el que pierde más en todo esto.

De repente ambos se quedan en silencio y me acomodo en el sillón porque pienso que van a salir, pero vuelven a hablar.

—Tiene que seguir pensando que él la mató —dice mi abuela y creo que suelto un pequeño chillido cuando escucho.

—Sí, pero eso lo está consumiendo por dentro.

—Eso no nos interesa Gerad.

Mi abuela es un maldito monstruo. Siento como si el mundo se derrumbara por completo. La incredulidad da paso a una sensación de desesperación. ¡¿Qué rayos tiene esta mujer en mente?!

—Jared es mi hijo, Korra. —La voz de Gerad se siente un poco triste.

—Y yo soy la mujer que amas. —Me llevo mis manos a la boca.

Decido que es mejor irme antes de escuchar algo más que no deba y terminar metida en más enredos.

—Nunca me va a perdonar. —Creo que Gerad está llorando. Pero yo me pongo de pie dispuesta a irme y hablar mañana con la abuela—. Su hermano está vivo, y yo soy un maldito monstruo que mató a su madre y le hizo creer que había sido él.

Tropiezo y término tumbando el librero, las palabras de Gerad me causan náuseas y termino mareándome. «¿En dónde me habían metido mis padres?¿Qué clase de lugar es este?». Las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro. Pobre Jared, ya veo porque siempre anda alejado de todos, carga un gran peso sobre sus hombros.

¡¿Cómo un padre puede hacerle algo así a su hijo?!

Mientras intento recomponerme ambos salen de lo que sea que fuese es habitación y cuando pienso que la abuela me va a dar el regaño de la historia, ella solo me mira con una sonrisa en su rostro, el mareo se va de golpe y las manos comienzan a temblarme. Ahora tiene otro motivo para chantajearme usando a mis padres. Respiro profundamente, seco mis lágrimas y camino acercándome a ambos. Korra sigue con la sonrisa en su rostro y me dan ganas de lanzarle el agua del vaso que descansa en su escritorio.

La situación es tensa entre los tres, ambos me observan esperando alguna reacción, pero todo esto me tiene en un estado de shock. Me odio por haber venido aquí, haber escuchado, ahora todo se complica aún más.

—No tienes suerte, querida nieta —dice mi abuela riendo.

Gerad ni siquiera me mira a los ojos, permanece con la cabeza baja. Es increíble cómo puede siquiera respirar con todo el mal que ha causado.

—Puedes ahorrarte las amenazas, porque sé muy bien lo que vas a decir. —Ella asiente satisfecha y se acerca hasta mí.

—Ni una sola palabra Evageline o tu padre no volverá a ver la luz del sol —suelta su lengua venenosa y le regalo una mirada de desprecio.

La odio con todas mis fuerzas, creí que jamás podía odiar a alguien, pero mi abuela todos los días que permanezco a su lado me demuestra lo contrario. Todo es un desastre, no tengo ni la más mínima esperanza de salir ilesa de todo esto, Korra me tiene en sus manos y debo obedecerla si quiero ayudar a mi padre. La opresión en mi pecho no hace más que aumentar y me trago las lágrimas que amenazan con salir.

—Que tengan buena noche —les digo dispuesta a marcharme—. Si sus conciencias se lo permiten.

Eso va más para Gerad, quien parece se está destruyendo a si mismo con el peso de la culpa que carga. Pero nada de eso le impide seguir causando más daño.

Él levanta la mirada y me mira apenado, pero lo ignoro y salgo de la oficina con todo el ánimo de salir de las paredes del palacio y refrescar la mente en la ciudad de Nardinkath. Pero cuando voy a mitad del pasillo recuerdo que Adele ya se ha marchado y con ella mis esperanzas de cambiar el chip. Derrotada comienzo a subir las escaleras que llevan a las habitaciones.

—¡Hola Eva! —Dilary, la presidenta de la clase, me saluda y ambas nos detenemos—. ¿No vas a salir?

La miro en detalle, lleva un vestido a unos centímetros por encima de la rodilla de color negro, tacones rojos —no tengo idea de cómo camina con eso—, su cabello recogido en una coleta y una sonrisa despampanante iluminando su rostro.

—Emm... no, Adele se marchó.

Ella me da una mirada de pies a cabeza un poco confundida. Sé que no voy muy bien vestida, pero me da igual lo que piensen los demás.

—Puedes cambiarte y venir con nosotros. —Sonríe, en serio Dilary me podía enviar un poco de su felicidad hoy, me vendría bien.

Me detengo unos segundos a analizar si sería buena idea. Podría ir con ella y buscar a Adele luego, así que acepto su invitación, pero me niego a cambiarme, deben ir adaptándose a verme en estas pintas, eso de vestidos y tacones no va conmigo.

Juntas caminamos hacia la salida, le pido que me haga un préstamo para pagarle a los guardias y que me dejen salir, ya luego se lo pediré a Maléfica —nuevo apodo que utilizaré para referirme a Korra—y le devolveré todo.

Me confundo cuando Dilary me lleva por un camino diferente al que me llevó Dalton y ella me comenta que este es top secret de los intocables —por lo visto no se ha enterado de mi altercado con Kylliam—, le sonrío con nerviosismo y continuamos caminando.

Luego de unos segundos finalmente llegamos a la calle donde una limusina nos espera y me detengo abruptamente, ella hace lo mismo y se gira hacia mí.

—¿Pasa algo? —Me mira confundida.

—¿Nos vamos en eso? —le pregunto señalando el auto y ella se comienza a reír por mi reacción, claro, no sabe que en mi vida he visto una de esas.

—¿No hay de estas en tu isla?

—Eh... sí claro. —Actúo casual restándole importancia y hago un gesto con mi mano para darle más simpleza—. Pff, limusinas, sí, miles, que diga, cientos... sí un montón de ellas.

Ella suelta una risita y sigue caminando.

Llegamos al auto y automáticamente se abre, muy bien Eva, que no se note que estás emocionada. Dilary entra y la imito conteniéndome, pero toda la emoción se borra automáticamente de mi rostro cuando observo las personas que están dentro de la limosina: dos chicas a las que no conozco, junto a Kylliam y sus fieles seguidores.

—¡Pero mira lo que trajo la marea! —exclama Don Dueño del mundo y ruedo los ojos.

—Me trajo Dilary —le digo y me siento.

No voy a dejar que también Kylliam me arruine la noche, para atrás ni para tomar impulso.

—Ya veo que sigues de mal humor.

—Es que me sale solo, cada vez que te veo —le doy una sonrisa llena de falsedad.

Todos los demás se mantienen en silencio mirándonos, hasta que una chica se acerca a mí.

—Hola, soy Gretchen, Eva ¿no? —Me ofrece su mano y se la estrecho asintiendo—. Bienvenida.

Luego se aleja y le dice algo al oído a la otra chica que la acompaña.

La limusina se pone en marcha y yo permanezco en mi lugar en silencio. Pero siento la mirada de Kylliam todo el tiempo encima de mí, por supuesto, lo ignoro olímpicamente. En serio, cuando lo conocí en el avión tenía una opinión totalmente distinta de él.

Media hora más tarde, el auto se detiene, el chofer abre la puerta y todos bajamos. Miro a mi alrededor totalmente perdida, esta es un área diferente a la que había ido con los chicos. Hay varios locales, que lo por lo que observo son privados y con guardias de seguridad en cada entrada, el ambiente es más rollo millonarios.

—¿Perdida pequeña Eva? —me pregunta Kylliam y vuelvo a rodar los ojos. ¿Es que no tiene a quien molestar?

Todos comienzan a entrar al local frente al cual ha parqueado el auto, no tengo más remedio que hacer lo mismo, porque no sé cómo llegar a donde estaba Adele. Pero cuando voy a entrar, el guardia de seguridad me detiene con una expresión seria.

—Usted no es cliente de Royal. —Su voz ronca me produce miedo.

Kylliam, que está a punto de entrar, se gira hacia nosotros y se acerca sonriente.

—Viene conmigo K —le dice al guardia, quien se aparta al instante dejándome pasar.

Sigo mi camino pasando de largo frente a Kylliam que sonríe divertido, pero ni en mil años le voy a agradecer, estaba alerta todo el tiempo, esperando su venganza. Dentro, la música suena a todo volumen, hay varias personas en la pista bailando, mesas en las esquinas de la planta baja y una barra gigantesca con tres barmans. Hay una escalera que seguro llevaba al piso de arriba por la que suben Kylliam y los demás, yo decido permanecer lejos de ellos e ir directo a la barra.

—¿Algo de tomar? —me pregunta el barman que más cerca quedaba a mi silla y niego, lo que menos deseo es armar un desastre estando borracha.

La fiesta está en su punto más animado, y yo sigo en la barra mirando todo al alrededor, a cada ratos el barman se acerca a preguntarme si deseo beber algo y continuo respondiendo que no, seguro pronto me pedirá que me vaya de la barra. Mientras me río de los pasos de baile de un chico, alguien toca mi hombro.

—Hola. —Me giro y abro mi boca sin saber que decir—. Por favor esta vez no salgas corriendo.

Sus ojos grises me miran divertido, tuve que reír algo apenada. Esta vez no tenía a donde escapar de él y tampoco ánimos para hacerlo. El chico de ojos grises cuyo nombre no recuerdo aunque tampoco sé si en algún momento llegué a saberlo me mira con amabilidad.

—Tranquilo, ya llevo demasiada adrenalina por hoy.

Por lo visto estaba esperando que lo mandara a la Conchinchina, porque me mira sorprendido y se sienta en la silla que está a mi lado.

—Entonces, Eva. —Niega con la cabeza riendo, su sonrisa debe ser un tin angelical, por dios—. Creí que jamás volvería a verte después de esa noche.

—Emm... yo hubiese querido que así fuese —le digo apenada—. Lamento mucho si yo... fui pesada estando borracha, no recuerdo nada de lo que pasó.

Eso parece sorprenderlo un poco.

—¿No recuerdas nada?

—¿Hice muchos desastres?

Él suelta una carcajada que me hace babear mentalmente. Me observa y siento que no puedo despegar mis ojos de los suyos.

—Solo te quejaste de tu vida. —Siento que pasaron más cosas importantes y asiento con nerviosismo desviando la mirada hacia la pista—. ¿Estás viviendo aquí?

—Espero que sea por un corto tiempo. ¿Y tú? ¿Eres de aquí? —levanto un poco la voz para que me escuche sobre la música.

—Sí, nací aquí.

—¿Y qué hacías en mi ciudad?

—Asuntos familiares —responde incómodo y sé que no debo preguntar más.

Nos quedamos a callados, ambos mirando a las personas bailar.

—¿La estás pasando bien, Eva? —Kylliam aparece a mi lado con una botella de cerveza.

—Hasta hace un segundo que llegaste, muy bien.

Él ríe negando, luego mira hacia el chico que está a mi lado y su sonrisa se borra automáticamente. Llevo mi mirada al joven que me llevó a casa aquella noche y también está serio, definitivamente no son amigos.

—¿Cómo entraste aquí? —le pregunta Kylliam.

—Por la puerta —le responde él encogiéndose

de hombros y Kylliam tensa la mandíbula—. Sabes que K hace cualquier cosa por unos billetes.

—¿Lo conoces? —me pregunta a mí.

—Esto no es tu asunto —le responde el otro.

—Ella vino conmigo —le dice Kylliam y estira su brazo sobre mis hombros provocando que me sobresalte y me aleje de él.

—No entiendo qué pasa entres ustedes, pero esta no es la noche para enfadarme —le digo y me dispongo a marcharme pero el desconocido me toma del brazo.

—¿Vienes con él? —me pregunta, sus ojos me suplican que diga que no, miro hacia Kylliam y veo su rostro lleno de furia.

¿Es qué solo sé meterme en problemas?

—Él me trajo —respondo con la verdad.

—Por supuesto que ahora te marcharás, ¿no? —le pregunta Kylliam divertido.

—Sé que volveremos a vernos—me dice el chico con una sonrisa.

—¿Te vas? —insiste Kylliam.

Él lo mira sonriendo, yo sigo perdida en todo esto. ¿De dónde se conocen?

—¿Qué pasa si digo que no? —cuestiona.

—Pues nos marchamos nosotros —responde Kylliam.

Y en segundos siento mi mundo dar vueltas, porque el muy imbécil me carga como un saco de papas, veo al revés como pasamos entre las personas que nos miran como si fuésemos locos, me remuevo y pataleo intentando que me suelte pero es imposible. Me saca del local hasta la limusina donde me deja nuevamente en el suelo. Me tambaleo un poco acostumbrándome.

—¡Pero te has vuelto loco! —le grito enojada.

Él me ignora totalmente.

—Louis, llévala al castillo. ¡Ya! —le ordena al chofer y abre la puerta.

—¡No pienso irme! —le vuelvo a gritar—. ¡¿Pero tú quien te crees?!

—Yo te traje y puedo decir cuándo te vas —me agarra por el brazo y me empuja dentro de la limusina cerrando la puerta detrás de mí.

—¡Imbécil! —le grito a través del cristal mientras me alejo.

Y el regreso al castillo se me hace eterno porque mi cabeza divaga entre mis padres, las amenazas de Korra, el imbécil de Kylliam y el chico de ojos grises.

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