despertar en la mañana vengo directo a la ducha dispuesta a tomar un baño relajante, Katlin aún no ha llegado, algo que me parece raro porque es muy puntual.
El agua caliente me reconforta un poco y mi cabeza logra obtener un poco de paz. Después de darle vueltas varias veces al asunto, me doy cuenta de que irremediablemente mi familia y yo estamos en manos de Korra, que debo cumplir con lo que me pide por el bien de ellos, no puedo dejar que mis padres pasen por todo esto, así que he decido tener una plática formal con ella y aclarar que es lo que planea con todo esto y que espera que haga yo. Salgo de la ducha tranquila, pero me detengo abruptamente cuando entro en la habitación y veo a la tía Sarah acompañada de dos mujeres más. —¡Hola sobrina! —me saluda con una sonrisa. Todas llevan trajes elegantes y las otras dos mujeres traen unas carpetas colgando de sus brazos. —¿A qué se debe esta visita? —pregunto a la defensiva, después de todo ella sabe la situación de mis padres y no me contó, puede estar encompinchada con Korra, siento que no puedo confiar en nadie mientras esté aquí. —Primero que todo... —Se acerca a mi y por instinto me alejo—. Quiero aclararte que no tenía ni idea de los planes de Korra con tus padres, no sé qué pretende con todo esto y por supuesto que no estoy de su lado, solo quiero ayudarte, Eva. —Lo siento, pero no puedo confiar en ti. —Le soy sincera y su mirada se entristece—. Después de todo es tu madre y has vivido todo este tiempo con ella. Las dos mujeres se mantienen en silencio y recién me percato de que han estado escuchando todo, tía Sarah se da cuenta y me tranquiliza. —Ellas son de mi total confianza. Asiento y camino hasta la cama donde Tomo mi celular para ver si tengo algún mensaje de mi madre, pero nada, lo regreso a la cama y pongo toda mi atención en las tres mujeres que me observan. —¿Entonces por qué están aquí? —Hoy es día de recepción, señorita Eva —me responde una de ellas con una cálida sonrisa. Yo la miro totalmente perdida porque no tengo ni idea de que es eso de recepción y las tres sueltan risas. Ojalá pudiera reír pero mi cabeza solo me manda flashes de todo lo que escuché ayer. —Katlin tenía razón sobre ella —comenta la segunda acercándose—. La recepción es el día de visitas, hoy los padres de los estudiantes vienen a verlos, estamos aquí para alistarte y ponerte hermosa para cuando lleguen tus padres. —Mis padres no van a venir —digo y algo dentro de mí se encoge—. Esto es horrible. Llevo mis manos al rostro, mientras trato de reprimir las lágrimas y no decaerme, ellos me necesitan fuerte, más que nunca. —Korra dijo que tenías que estar lista —aclara mi tía—. Si no viene nadie a verte los demás sospecharán de ti, de tu jerarquía, me imagino que tiene un plan para que eso no pase. Suelto un bufido de frustración y comienzo a caminar de un lado a otro nerviosa. Ahora tengo que actuar con dos extraños que dicen ser mis padres y sonreír como una familia feliz. —¡¿Qué le hicimos nosotros a Korra para que haga todo esto?! —grito y me permito llorar porque siento que no podré con todo esto. Tía Sarah me mira con pesar y camina hacia mí envolviéndome en un abrazo. —No lo sé, Eva. Ojalá pudiera evitar todo esto, pero yo también estoy en sus manos, no puedo llevarle a contraria, no solo por tu padre, sino también por mi hijo. Me separo de ella y la miro asombrada y confundida. —¿También te está haciendo daño? —Ella asiente y tomo su mano. —Siento mucho haber pensado mal de ti —me disculpo. —Te entiendo, yo hubiese hecho lo mismo. Eres valiente Eva, estoy segura de que podrás enfrentarte a todo esto y saldrás totalmente ilesa junto a tu padre. Le doy una sonrisa y en verdad espero que sus palabras se cumplan, de ser posible en poco tiempo. —Ahora vamos a prepararte. Una hora y media más tarde me encuentro bajando los escalones hacia la entrada de la escuela donde se efectuará el recibimiento de los padres. Mi tía y sus amigas hicieron magia conmigo, las ojeras por las pesadillas han desaparecido y luzco un hermoso maquillaje con colores suaves, arreglaron mi cabello logrando que parezca lacio y sedoso gracias a la plancha, y después de discutir varias veces dejé que me pusieran un vestido azul, no un vestido de los normales, uno con aros y corsé súper incomodo que me dificulta respirar, pero que hace que fácilmente me confundan con una de estas princesas. Cuando llego a la salida ya todos están aquí. Hay una alfombra desde la puerta hasta unos metros adelante donde me imagino se detendrán los coches para que los padres entren. Nosotros estamos agrupados en dos filas a cada lado de la alfombra, los de primer año justo al frente y detrás segundo, seguido de tercero. Me ubico entre Dalton y Adele, ambos me sonríen, pienso en hablarles pero Dalton me hace una seña para que guarde silencio, lo que me deja una clara enseñanza: en el recibimiento no se habla. Todos se mantienen mirando hacia el final de la alfombra donde Korra y Celine se encuentran, me dan ganas de salir corriendo hacia mi abuela y estrangularla, pero luego recuerdo que no soy una asesina y se me pasan. —Buenos días majestades —saluda Maléfica y ruedo lo ojos, Adele me ve y ríe—. Primera recepción de este curso, los veteranos saben cómo funciona. Para los nuevos, Celine dará una breve explicación. —Cada padre llegará hasta la alfombra, caminará por ella y encontrará a su hijo, luego juntos pueden ir a cualquier sitio de la escuela, excepto la parte trasera, ya saben que es prohibida. La recepción durará hasta la noche, donde tendremos la cena familiar para finalizar con ella —termina de leer y nos sonríe, algo en ella me da paz. —Les recuerdo que no deben hablar mientras esperan por sus padres —agrega Korra—. Y como siempre irán llegando por años, ahora sí, comencemos. Ella se aparta de la entrada y acto seguido llega un auto. El chico que ayudé en la cafetería sale de no sé dónde y se acerca a abrir la puerta de donde sale una hermosa mujer, digo reina, debe ser reina porque lleva corona, camina por toda la fila y se detiene delante de Dilary, se saludan con un beso en la mejilla, ambas sonríen y continúan juntas el camino hasta entrar a la escuela. Entonces caigo en cuenta, de que no tengo ni la mínima idea de quién va a venir a verme y comienzo a ponerme nerviosa. Otro auto se detiene, esta vez sale un hombre, con el cabello totalmente cubierto por canas, lleva barba y bigote, su mirada es fría y un tanto intimidante, camina con la cabeza erguida. Comienzo a rezar para que no se detenga frente a mí, no lo hace, se detiene frente a Kylliam, pero no lo mira, no lo saluda, ni siquiera le sonríe, espera unos segundos y luego continúa caminando siendo seguido por Kylliam que lleva la misma mirada fría en sus ojos. Tres coches más llegan, la madre y el padre de Adele que la abrazan y la llenan de besos; el hermano de Dalton —me susurró que era huérfano antes de marcharse al ver mi cara de confusión por la edad y juventud de la persona que vino a verlo y me sentí mal por él—, también la madre de Edgar, el compinche de Kylliam. El siguiente auto se tarda varios minutos en llegar y eso hace que mi corazón lata más de prisa, niego la posibilidad de que sea alguien para visitarme cuando veo una limosina negra estacionarse y luego bajar tres guardias de seguridad que le prohíben al chico abrir la puerta, uno de ellos lo hace y siento que todo pasa en cámara lenta. Lo primero que observo son unos zapatos elegantes de hombre, unos pantalones negros de tela fina y cuando miro su mano, suelto todo el aire que estaba conteniendo sin darme cuenta, ahí está ese anillo que confeccioné a los catorce años cuando él mismo me enseñó a trabajar con el acero. Ni siquiera lo pensé, me importó poco el vestido, los zapatos, o hacer el ridículo delante de todos, corrí hasta él y me lancé a sus brazos como una niña pequeña, sentí finalmente esa protección que había estado necesitando todo este tiempo. —Ya estoy aquí princesa —me dijo apretándome en sus brazos. Finalmente volví a ver a mi tío Alessandro. —Voy a fingir que ese abrazo no me da un poco de celos de tía —me giro con los ojos llenos de lágrimas, veo la hermosa y tierna mirada de Rachel, pero eso no me sorprende en ella, sin embargo ,cuando llevo mi mirada a su abdomen ñ, mi cara se desconcierta totalmente. «Los niños no son lo mío», me había respondido mi tío cuando le pregunté por primos. Y ahora ante mí, tengo a una Rachel embarazada y con un gran pedrusco en su dedo. —Tu hermanito y yo te extrañamos —me dice sonriendo y guiñando un ojo antes de abrazarme. Todos se mantienen en silencio observándonos, creo que hasta el momento esta es la entrada más emotiva. Miro de reojo hacia Korra que tiene una sonrisa de satisfacción en el rostro, me pregunto qué hizo para lograr que Alessandro viniese, después de todo ellos dos seguían siendo prófugos de la justicia. Luego de unos minutos caminamos hacia la escuela. Según lo establecido debíamos ir a por Angie a su habitación, el nivel de enseñanza para los de su edad es diferente aquí, mientras a mí me preparan para dirigir una nación, ella solamente debe terminar sus estudios y cuando llegue a mi edad pasar entonces las clases para ser monarca —todo eso me lo explico Katlin en una de nuestras pláticas—, pero decidimos ir por ella dentro de un rato ya que teníamos mucho que conversar. Rachel quiso ir a un ambiente más abierto donde ella pudiese tomar el aire, pues por el embarazo los lugares cerrados la agobian, así que después de preguntar a una chica que estaba con su madre en el pasillo de entrada, nos dirigimos hacia el parque trasero del castillo. Por primera vez desde que llegué visitaré otro sitio de la escuela que no fuesen las aulas, mi habitación, el pasillo de la entrada o la oficina de Korra. Voy en medio de ambos, mi brazo enganchado al de mi tío, quien a cada minuto me mira y me sonríe, no me había dado cuenta de lo mucho que lo extrañaba hasta ahora. Alessandro siempre ha sido considerado como un hombre frío y desalmado, pero conmigo nunca lo fue, siempre jugábamos y conversábamos, era mi lugar seguro cuando mamá me obligaba a hacer tareas o quería volverme una niña delicada, mientras yo prefería jugar con barro y salir a correr con los niños del vecindario. El ambiente se vuelve un poco tenso cuando nos encontramos frente a frente con el rey Gerad, pero no está solo, junto a él van tres guardaespaldas y su hijo, el príncipe Jared, mi flamante futuro esposo. Como siempre, el joven lleva su capucha y la cabeza baja impidiendo que vea su rostro. «¿Cuál es el misterio? ¿Por qué no quiere que nadie lo mire?». Es más alto que yo, por centímetros, de complexión delgada, pero aún por encima de su traje se puede notar que no tiene mal cuerpo, sus manos están empuñadas como si estuviese conteniendo su ira. Gerad parece enojado pero su cara cambia cuando nos ve. —Buenos días majestades —saluda a mi tío y a Rachel haciendo una reverencia, ambos le responden de la misma forma, mientras yo me quedo quieta como si nada. —Debes mejorar tus modales, Eva —me dice y le doy una sonrisa forzada. —Se le rinde respeto a quien lo merece —le responde mi tío antes de que hable—. Yo le enseñé eso. —¿Por qué entonces usted si me ha respondido? —le cuestiona Gerad con altanería. Mi tío ríe y miro a Rachel que lo observa con la mirada llena de orgullo. —Porque usted y yo majestad, tenemos nuestro rinconcito guardado en el infierno. Gerad se pone pálido al instante, uno de los guardaespaldas intenta acercarse a nosotros y me pongo nerviosa, pero Gerad se lo impide, restándole importancia. El príncipe no habla, ni se inmuta, permanece de pie como un zombie, «¡que buen marido me ha buscado Korra!». Continuamos nuestro camino hasta el parque y finalmente allí, nos sentamos en un banco debajo de un gran árbol. —Primero que todo —comienza Rachel—. ¿Cómo estás Eva? Tomo una respiración profunda. —Confundida, preocupada, nerviosa, asustada —contesto y ella toma mis manos, que se encuentran frías—. Es una mezcla de todo, pero lo principal es que quiero asesinar a mi abuela. —No eres la única —añade Alessandro y Rachel le da una mirada de reproche que él hace que levante las manos en señal de rendición. —¿Cómo pasó todo esto? —Según lo que hablé con mi hermano, lo engañaron —me explica—. Sabía que cuando me marchara de la empresa las acciones iban a caer, y así fue. Unos empresarios le propusieron lo que parecía un buen negocio y para salvar el patrimonio de la familia, aceptó. Pero todo fue una vil trampa. —¿Él está bien? —los ojos se me cristalizan, Rachel asiente. —Tu abuela se puso en contacto conmigo desde que llegaste a este castillo Eva, justo en el momento en que la policía se llevaba a tu madre y a tu padre a prisión, me dijo que tenía que cumplir con lo que ella me pidiera si quería que mi hermano estuviese libre. —Por eso estás aquí. —Asiente. —Siempre será mi hermano, haré todo lo que pueda para ayudarlo, puedes estar tranquila princesa, no estás sola en esto. —Siento que me quitan un enorme peso de encima cuando escucho que no estoy sola—. Tu madre salió libre a las setenta y dos horas, solo es cómplice así que sus abogados le consiguieron libertad condicional, hasta el día del juicio. —¿Pero qué busca esa señora con todo esto? —pregunta Rachel —No tengo ni idea —respondo. —Tenemos que averiguarlo Eva. —Mi tío saca un celular de su bolsillo—. Es para emergencias. —Me lo da—. Tienes que hacerle creer a Korra que estás en sus manos y descubrir qué busca con esto, solo así podremos encontrar una forma de derrotarla. Asiento no muy convencida. —No quiero casarme, ni ser princesa —les aclaro. —Haremos hasta lo imposible para que nada de eso pase. —Me tranquiliza. —Debo añadir que te ves hermosa así —añade Rachel mirando mi vestido. Después de conversar una rato más, ellos se marcha a visitar a Angie —a quien decidimos mantener fuera de todo esto—, yo voy a mi habitación a tomar un descanso de los tacones. Por el camino veo a varias familias platicando, hago reverencias en saludo a cada una de ellas y me siento aliviada cuando llego a la zona de la entrada donde ya no hay absolutamente nadie. Me saco los tacones y camino descalza hacia mi habitación. En el pasillo escucho voces, que se van convirtiendo en gritos a medida que me acerco. —¡No vuelvas a ponerle un dedo encima! —escucho la voz de Kylliam, me tenso un poco y sigo caminando, tengo que llegar a mi habitación. —¡Deja de ser desobediente Kylliam! —le grita una voz ronca y masculina—. ¡Tienes que respetarme! Finalmente me acerco totalmente y puedo observar la situación, Kylliam y su padre discuten justo en la puerta de la habitación anterior a la mía, me quedo parada sin saber qué hacer. —¡Ella no se merece todo lo que le haces! —le grita Kylliam furioso, las venas de su cuello amenazan con estallar. —¡Estás buscando que te de tu merecido! —le advierte su padre. ¿Merecido? —¡Solo sabes hacer eso, eres un maldito cobarde! Veo en cámara lenta como su padre toma una profunda respiración y se arquea dispuesto a pegarle un puñetazo, Kylliam está de espaldas y no me ve mientras me acerco, lo empujo hacia un lado para evitarle el golpe y termino recibiéndolo yo en la mejilla. Siento el sabor metálico en mi labio y creo incluso que me tambaleo un poco. —¡¿Qué m****a?! —exclama su padre mirándome asustado. —¡Eva! —Kylliam me agarra por el brazo y me lleva caminando hacia mi habitación. Llevo una mano a mi boca y siento algo húmedo en el labio, él cierra la puerta detrás de nosotros y me sienta en la cama, mientras camina hacia mi baño. —Creo que estoy mareada —digo. Me duele el labio, todo el lado derecho de la cara, incluso creo que no escucho bien de ese lado. Kylliam sale del baño con una toalla húmeda y me la ofrece, la llevo a mi rostro. —¡Eres una maldita estúpida! —comienza a gritar como histérico y yo lo miro confundida. —¿Qué? —¡¿Quién demonios te crees que eres?! ¡¿Batman?! Observo como me grita descontrolado y me pongo de pie enojada. —¡Tú eres un maldito imbécil de m****a! —le grito también y hago una mueca de dolor cuando el oído me palpita—. ¡Solo intentaba ayudarte! —¡Jah! —Ríe sarcásticamente—. ¡Solo lo empeoraste todo, estúpida! —¡Eres un malagradecido! —Le lanzo la toalla a la cara. —¡No eres nadie para meterte en mis asuntos! —La tira al suelo. —¡Lárgate a recibir los golpes de tu padre entonces, cobarde! —¡No soy ningún cobarde! —grita más alto acercándose a mí y tomándome del brazo con fuerza. Los dos nos quedamos en silencio mirándonos por unos segundos, mi respiración acelerada por tanto gritar. —Por lo menos ponte hielo —me dice—. Eso te hace ver más fea todavía. Le doy una mirada de odio y me suelto de su agarre. —¡Lárgate! —le grito señalando la puerta—. No sabes cómo te odio. —El cariño es mutuo —dice caminando a la puerta—. No olvides cuidarte el golpe, Batman. —¡Imbécil! —Tomo una almohada de la cama para lanzársela pero el sale antes de que pueda hacerlo.