—¡No puede ser! ¿Hablas en serio? —preguntó Juanita, con el corazón literalmente rebosante de alegría. Era la mejor noticia que había escuchado en todo el día.
Leonardo se rió al otro lado de la línea. —No puedo esperar para verte por fin, Jane.
Ella se sonrojó, su rostro iluminado por una gran sonrisa. —Yo tampoco puedo esperar para verte. Apostaría que Esteban se pondrá feliz al oír esta noticia —dijo, y no obtuvo respuesta del otro lado—. ¿Cuándo vienes? Necesito tener todo listo y preparar tu comida favorita, por supuesto.
Leonardo murmuró pensativo. —Extrañaba tu cocina, Jane. No puedo esperar —dijo, y ella soltó una risita.
—Llegaré en dos días.
Juanita no podía contener su alegría. —No puedo esperar.
Hablaron un rato más antes de colgar, y Juanita no pudo dejar de sonreír durante todo el día. Incluso salió temprano del trabajo para recoger a Esteban en la escuela, llevarlo a su pastelería favorita y dejar que se divirtiera.
—¡Mami! —exclamó Esteban en cuanto la vio entrar por l