Liam no podía creerlo.
Retrocedió tambaleándose, con los ojos muy abiertos y la boca entreabierta, mientras las palabras de Dean resonaban en sus oídos.
Janette era el testamento.
Todo este tiempo —cada manipulación, cada plan, cada mentira— había estado persiguiendo un fantasma. Pensó que estaba tan cerca de apoderarse de Blackwood Corp, solo para descubrir que había estado aferrándose a sombras.
—No… —murmuró de nuevo, mirando a Janette como si fuera una desconocida—. Estás mintiendo. Esto no puede ser…
Pero Dean no dijo nada más. Su silencio fue confirmación suficiente.
Liam se quedó inmóvil, tratando de unir las piezas, aún sujetando a Janette con fuerza, aunque su agarre se había debilitado considerablemente.
Janette lo notó.
Con el corazón latiéndole con fuerza y toda la energía que le quedaba, dobló la rodilla y la estrelló contra la entrepierna de Liam.
Liam soltó un grito ahogado y cayó como una piedra; el arma cayó al suelo de mármol con un fuerte golpe. Todos se movieron al