9. Sangre, pruebas y flores
Los invitados volvieron a bailar, murmurando en voz baja, pero sin dejar de mirarme de reojo. Algunos seguían conmocionados; otros me miraban con respeto y el resto... tenían miedo. Acababan de ver cómo la mujer que siempre habían considerado frágil se levantaba de su silla de ruedas y destronaba a su marido de su puesto de director ejecutivo, todo ello en solo quince minutos.
Las luces de la fiesta se reflejaban en mi vestido blanco, que ya no me parecía un disfraz, sino más bien la armadura de batalla de una reina. Creían que esta fiesta había sido idea de Carlos; él dijo que era una celebración por el trabajo duro. Y según Carlos, era una fiesta para promocionar el puesto de Cassandra. Y también para atraer a nuevos inversores, dijo, aunque los inversores pertenecían a la empresa de Gavin. Incluso Carlos pensaba que yo estaba allí para celebrar nuestro aniversario de boda.
Qué gracioso.
Pensé en eso mientras observaba a Mateo, que abrazaba a Lola con miedo después de que Carlos le