6. Adelante, levántate.
CARLOS
—¡Por favor, Camila! ¡No me dejes!—
Hacía mucho calor. El fuego se había extendido por todos los rincones: las paredes, el techo, el aire. Tosía por el humo espeso; me picaban los ojos. El infierno. Dios mío, el infierno.
—¡Camila! —Mi voz estaba ronca, casi rota—. ¡Camila, vuelve!—
Ella está detrás de las llamas, con su vestido blanco intacto. Detrás de ella, una puerta resplandeciente se abre a un jardín de flores. El cielo espera.
Me arrastro, con la piel ampollada y el aliento ardiente. —¡Camila!—
Ella se da la vuelta, esboza una leve sonrisa y luego se aleja.
Un paso más...
Error.
Todo desaparece.
Sentí que mis pulmones aún estaban calientes, como si siguiera inhalando humo. Mi respiración era entrecortada, mi cuerpo estaba empapado en sudor. El suelo frío tocaba mi piel: me había caído de la cama. Solo era mi habitación. Solo era un sueño. Ese infierno solo era un sueño.
Me limpié la cara con brusquedad, tratando de calmar mi respiración. Necesitaba agua... o una dulce