El cuarto día amaneció con una tensión palpable. Olivia había pasado la noche anterior revisando una y otra vez su análisis del hotel de Boston, perfeccionando cada gráfica y cada argumento. Sentía una mezcla de nerviosismo y anticipación; por primera vez, no solo iba a recitar información, iba a defender una idea propia.
Thorne llegó a la biblioteca con una expresión particularmente grave. —Hoy, señorita Green, simularemos la junta. He preparado una sala de conferencias auxiliar. El señor Vance se unirá a nosotros para evaluar su desempeño.
Olivia tragó saliva. Alexander como juez era una perspectiva mucho más intimidante que Alexander como espectador ocasional.
La sala auxiliar era una versión reducida pero igualmente imponente de la sala de juntas principal. Una larga mesa de caoba, doce sillas de cuero y pantallas empotradas en las paredes. Alexander ya estaba allí, de pie frente a la cabecera de la mesa, con una carpeta en las manos. Su mirada era la de un CEO, no la del hombre q