Léa
El viento se cuela entre las ramas, levantando una brisa fresca que hace que mi piel se estremezca. La luz del crepúsculo dibuja sombras móviles en el suelo, y un escalofrío recorre mi espalda. Frente a mí, Maxime espera. Su mirada busca la mía, buscando una respuesta, una señal, cualquier cosa que le dé una oportunidad de recuperar este error.
¿Pero es eso siquiera posible?
Me siento desgarrada, atrapada entre el deseo de creer y el miedo de ser una vez más la que sufrirá. Mi silencio se alarga, creando un vacío entre nosotros, un abismo que nosotros mismos hemos cavado a lo largo del tiempo, malentendidos, heridas que nos hemos infligido sin querer.
Maxime da un paso adelante, cauteloso, y murmura:
— Léa, te lo ruego. No puedo perderte así.
Su voz tiembla. Nunca ha sido del tipo que suplica. Pero esta vez no se trata de orgullo. Tiene miedo. Sabe que todo se juega ahora.
Trago saliva con dificultad, mis pensamientos desordenados. Si doy la vuelta, entonces todo se detiene. Pero