Léa
La película sigue proyectándose, pero ya no veo las imágenes en la pantalla. Cada segundo es una mezcla de emoción y nerviosismo, un sofocante juego de equilibrio entre el pasado y el presente. El calor de Maxime a mi lado me reconforta, pero también revive recuerdos enterrados.
Cuando siento su mano envolverse suavemente alrededor de la mía, un escalofrío recorre mi espalda. Es un gesto simple, pero cargado de promesas. Dirijo mi mirada hacia él, y él me sonríe, una sonrisa dulce, en la que se lee una nueva determinación, un deseo de construir algo verdadero.
La luz en sus ojos me incita a desafiar mis aprensiones. Levanto la mano y acaricio su rostro, con la punta de los dedos, trazando la línea de su mandíbula. Cierra los ojos un instante, como si este contacto lo transportara a otro lugar. Me acerco un poco más, mi corazón latiendo con fuerza, mis pensamientos confusos.
— Maxime… yo…
Él no espera a que termine la frase. Se inclina hacia mí, y nuestros labios se encuentran en u