Maxime
Ella me lanza una mirada sorprendente.
— ¿En tu casa?
Asiento con la cabeza.
— No puedes volver a casa, Léa. Es el primer lugar donde te buscarán.
Ella duda. Veo en sus ojos que quiere protestar, pero sabe que tengo razón.
Entonces, se queda callada y sube al coche.
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Léa – Una Noche de Duda
Miro por la ventana del vehículo, las luces de la ciudad desfilando ante mis ojos cansados.
Mi cuerpo está adolorido, mi mente en ebullición.
Moretti quería capturarme.
¿Por qué?
No soy una amenaza para él.
A menos que…
Echó un vistazo a Maxime.
Su mandíbula está tensa, sus manos apretadas sobre el volante.
Él es a quien quería alcanzar.
Lo sé.
Moretti ha entendido que soy su debilidad.
Un escalofrío me recorre.
¿Soy un peso para él? ¿Un obstáculo para su venganza?
Inhalo profundamente.
— Maxime.
Él gira la cabeza hacia mí, una ceja levantada.
— Vas a matarlo, ¿verdad?
Su mirada se endurece.
— Sí.
Sin ninguna vacilación.
Me muerdo los labios.
No hay vuelta atrás.
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El Refugio de Maxime
Llegamos frente a un edificio discreto, alejado del centro de la ciudad.
Adrien baja primero y observa los alrededores.
— Nada que reportar, dice antes de hacernos señas para entrar.
Maxime me guía hacia adentro, y descubro un loft espacioso, con una decoración minimalista.
Esperaba un escondite de criminales, con armas expuestas en las paredes, pero el lugar es sorprendentemente sobrio.
Maxime cierra la puerta detrás de mí y se apoya contra la pared.
— ¿Quieres ducharte?
Asiento, agotada.
— Sí… Gracias.
Él me señala el baño, y me encierro allí con un suspiro de alivio.
El agua caliente cae sobre mi piel, lavando el miedo y la suciedad de esta noche infernal.
Pero no puede lavar mi preocupación.
Cuando salgo, envuelta en una toalla, Maxime sigue allí, sentado en el sofá, con un cigarrillo entre los dedos.
— Mañana, todo cambiará, dice en voz baja.
Frunzo el ceño.
— ¿Qué quieres decir?
Aplasta su cigarrillo y se levanta, su mirada ardiente penetrando en la mía.
— Moretti golpeó primero. Ahora es mi turno.
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El Comienzo del Plan
La aurora aún no ha aparecido y ya estamos en movimiento.
Adrien ha reunido a nuestros hombres más confiables.
Una veintena de siluetas silenciosas, todas armadas hasta los dientes.
El plan es simple.
Moretti cree que tiene el control.
Cree que estamos debilitados.
Pero esta noche, será él quien caerá.
— Atacamos rápido y fuerte, dice Maxime observando el mapa sobre la mesa. Su casino es su punto neurálgico. No se esperará que lo ataquemos de frente.
Adrien asiente.
— Ha reforzado la seguridad después del incendio del almacén. No será fácil.
Una sonrisa fría se dibuja en los labios de Maxime.
— Nunca lo ha sido.
Él gira la cabeza hacia mí.
— Tú, te quedas aquí.
Cruzo los brazos.
— Puedo defenderme, Maxime.
Su mirada se suaviza un instante, pero su tono sigue firme.
— No es la cuestión. Si Moretti te ha tomado una vez, intentará de nuevo.
Aprieto los dientes, pero sé que tiene razón.
Entonces, asiento.
Él se acerca y acaricia mi mejilla con la punta de los dedos.
— Cuando todo termine, regresaré.
Lo miro fijamente, con el corazón apretado.
— Regresa con vida.
Él esboza una sonrisa.
— Está planificado.
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El Asalto – Sumergidos en el Infierno
La noche ha caído sobre la ciudad, pero en la sombra, la guerra se prepara.
Maxime y sus hombres se acercan sigilosamente al casino de Moretti.
Los guardias son numerosos, pero no saben lo que les espera.
Maxime levanta la mano.
Silencio.
Un latido del corazón.
Luego, un disparo rompe la noche.
El primer guardia se desploma.
Al instante siguiente, es el caos.
Las balas vuelan, los gritos resuenan, la sangre salpica el suelo de mármol del casino.
Maxime avanza, implacable, su Glock derribando a sus objetivos uno por uno.
Un guardia intenta atacarlo por detrás, pero Adrien lo elimina con un tiro preciso.
El grupo avanza hasta alcanzar la puerta de la oficina de Moretti.
Maxime la derriba de una patada.
Y allí, lo ve.
Moretti, sentado en su silla, un vaso de whisky en la mano.
— Eres más rápido de lo que esperaba, Maxime, dice con una sonrisa.
Maxime no responde. Levanta su arma.
— Cometiste un error, Moretti.
El jefe de la mafia ríe suavemente.
— ¿Y tú crees que ha terminado?
Con un gesto, abre un cajón y saca un control remoto.
— Apenas ha comenzado, susurra.
Un bip resuena.
Maxime comprende demasiado tarde.
Una explosión sacude el edificio.
El suelo tiembla.
El techo se derrumba en algunos lugares.
Moretti ha puesto trampas en su propio casino.
Pero no previó una cosa.
Maxime está dispuesto a morir por su venganza.
Y esta noche, no se detendrá ante nada.
Maxime
La detonación me lanza hacia atrás.
El aire está ardiente, saturado de polvo y cenizas.
Me levanto gruñendo, mis oídos zumbando por el impacto.
Alrededor de mí, reina el caos. Trozos de techo se desprenden, llamas lamen las paredes, y mis hombres intentan levantarse entre los escombros.
— ¡Maxime! grita Adrien acercándose, su rostro cubierto de hollín.
Levanto la cabeza.
MaximeEn el centro de la habitación, Moretti sigue allí.Se ha caído de su silla, una herida abierta en la sien, pero aún respira.— Hijo de puta… murmuro mientras me incorporo.Tropiezo, mi arma aún apretada en mi mano.Moretti abre lentamente los ojos y se ríe débilmente.— ¿Crees que eres tú quien ha ganado?Levanto mi Glock y se la apunto.— Has terminado, Moretti.Él se ríe.— Si muero, otros tomarán mi lugar...Aprieto los dientes.Puede que tenga razón, pero no importa.No hago esto por el poder.Lo hago por Léa. Por mi honor.Por mí.No le doy tiempo para agregar una palabra más.Un disparo resuena.Moretti se desploma, una bala en la cabeza.Se ha terminado.Pero la guerra apenas comienza.Léa – La Espera InsoportableEl teléfono permanece mudo.Por más que miro la pantalla, esperando una notificación, una vibración, una llamada… nada.Los minutos se estiran en horas.Camino de un lado a otro en el apartamento de Maxime, los nervios a flor de piel.¿Y si algo ha salido mal?
MaximeEl silencio en el apartamento es gélido.Léa se ha ido.La puerta se cerró de golpe detrás de ella hace una hora, y yo sigo aquí, paralizado, incapaz de moverme.Me ha dejado.Bueno... Lo intentó.Porque no entiende.No se puede abandonar este mundo. Y mucho menos a mí.Pero lo peor no es que se haya ido.Es que lo dejé pasar.Tomo una profunda respiración y saco un cigarrillo. El olor del tabaco se mezcla con los restos de whisky en el aire.Mi mano tiembla ligeramente mientras levanto el encendedor.Nunca tiemblo.Estoy perdiendo el control.Un golpe seco contra la puerta me hace levantar la cabeza. Adrien.— Mal momento, gruñí.Él entra de todos modos.— No hay tiempo para tus tonterías, Max. Tenemos un problema.Suelto un suspiro y aplasto mi cigarrillo en el cenicero.— ¿Cuál?— Los rusos. Han contactado a uno de nuestros tenientes. Creen que estás debilitado desde la muerte de Moretti y la caída de los Rinaldi. Quieren apoderarse del mercado.Sonrío lentamente.— Entonces
LéaEl impacto de las fotos entre mis manos me aturde.Se deslizan lentamente al suelo, mi aliento entrecortado luchando por estabilizarse.Alguien me está observando.No es Maxime.Es otro.Y eso lo cambia todo.Levanto la vista hacia él. Su mirada está anclada en la mía, ardiente de intensidad, pero también de control.Él sabía.Él sabía y estaba esperando a que cayera en la trampa para obligarme a confiar en él.— ¿Desde hace cuánto tiempo? mi voz es casi un susurro.No aparta la mirada.— Varias semanas.Un escalofrío recorre mi espalda.— ¿Por qué no me lo dijiste antes?Se acerca lentamente, calculando cada movimiento, como un depredador frente a una presa renuente.— Porque habrías huido.Aprieto los dientes.Tiene razón.Pero eso no cambia el hecho de que me ha manipulado.— ¿Nunca me dejas la opción? escupo, con los puños apretados.Una sonrisa fugaz roza sus labios.— No.Mi respiración se detiene.Ni siquiera intenta mentirme.Me encierra en su mundo, en su lógica retorcida
MaximeSoy un hombre de control.Todo en mi vida está calculado, anticipado, dominado.Pero esta noche, frente a Léa y su mirada desafiante, siento un ligero deslizamiento bajo mis pies. Una sensación casi imperceptible... y, sin embargo, peligrosa.Ella juega conmigo.O tal vez juega el juego que le he impuesto con una facilidad desconcertante.Sea como sea, no tengo la intención de dejarle la delantera.Ella aún no sabe que está bailando sobre una cuerda floja.Y que yo soy quien sostiene ambos extremos.— No te des demasiada importancia, Léa, murmuro inclinándome ligeramente hacia ella.Ella sonríe, con un destello burlón en el fondo de los ojos.— Oh, pero no soy yo quien me doy importancia, Maxime. Eres tú quien ha decidido que yo la tengo.Aprieto la mandíbula.Esta mujer...Está volteando mi propio juego en mi contra.Y lo que es peor: creo que me divierte.---La Prueba del FuegoEl camarero llega con una botella de vino, una cosecha carísima que ni siquiera necesito pedir. Aq
MaximeUn buen depredador nunca deja ver sus intenciones.Pero este tipo, él cometió un error.Se traicionó.Léa está tensa a mi lado, sus dedos crispados en mi brazo. Su aliento es corto, y puedo sentir el miedo vibrar en ella. No es una reacción exagerada, no es un farol.Este hombre no es un desconocido.Él la conoce.Y ella sabe exactamente de lo que es capaz.Mantengo mi arma levantada, aunque discretamente oculta bajo mi chaqueta. Mi mirada está fija en él, analizando cada pequeño movimiento.— Te lo voy a decir una última vez, murmuro, mi voz helada. No tienes nada que recuperar aquí.El hombre sostiene mi mirada sin parpadear, pero veo en sus ojos un destello de desafío.— Eso no te corresponde decidirlo, Valence.Se atrevió.Se atrevió a pronunciar mi nombre.Mi mandíbula se tensa y mis dedos se crispan ligeramente en mi arma. Está jugando con fuego, y lo sabe.Pero antes de que pueda reaccionar, Léa se interpone, posando una mano temblorosa en mi brazo.— Para, susurra. No a
MaximeCierro los ojos un momento, inhalando lentamente para calmar el instinto de rabia que ruge en mí. No me gusta esto. No me gustan los secretos, especialmente cuando afectan a una persona bajo mi protección.Detrás de mí, oigo el agua de la ducha detenerse. Léa saldrá pronto, y sé que no me dirá todo. No todavía.Pero tengo mis métodos.Y estoy decidido a arrancar la verdad, ya sea de sus labios o a través de mis propias investigaciones.---Cara a CaraUnos minutos más tarde, Léa reaparece, envuelta en una bata blanca, con el cabello aún húmedo. Se ve mejor, pero su mirada sigue estando atormentada. Se detiene al verme frente a mi computadora.— ¿Qué haces? —me pregunta suavemente.No aparto la vista de la pantalla.— Hago lo que siempre hago cuando alguien se interesa demasiado en lo que me pertenece.La siento estremecerse ligeramente.— Maxime… —comienza.Cierro la computadora y me giro hacia ella, cruzando los brazos.— ¿Quién es realmente Marc?Léa baja la cabeza, mirando a
MaximeMarc me fija, su mirada oscilando entre desconfianza y cálculo. Intenta ocultar su nerviosismo, pero percibo las microexpresiones que traicionan su incertidumbre. Sabe quién soy, o al menos, ha oído hablar de mí. Y si mi nombre solo no es suficiente para asustarlo, el arma bajo la servilleta en la mesa debería recordarle que está jugando en un terreno peligroso.Léa, por su parte, no se mueve. Aprieta su taza de té entre sus dedos, con los nudillos blancos. Siento su tensión, su miedo, pero también algo más. Un destello de determinación. Ya no quiere ser una víctima.Marc se relaja ligeramente y muestra una sonrisa torcida.— Es encantadora esta puesta en escena, pero sabes tan bien como yo que no puedes matarme aquí.Levanto una ceja.— ¿Quién habla de matarte?Su sonrisa se congela.— ¿Crees que voy a jugar tu juego, Valence?— No es un juego, Marc. Es una advertencia.Me inclino ligeramente hacia adelante, mi mirada atravesando la suya.— Léa está bajo mi protección. ¿Sabes
MaximeÉl se sobresalta, pero ya es demasiado tarde. Mi brazo se cierra alrededor de su garganta. Intenta debatirse, pero aprieto mi agarre. Unos segundos después, su cuerpo se desploma contra mí.Lo dejo caer suavemente al suelo y me aseguro de que esté inconsciente antes de dirigirme hacia el coche.El tipo dentro aún no me ha visto. Está demasiado ocupado mirando su teléfono.Abro de golpe la puerta y agarro el cuello de su abrigo. Él suelta un grito ahogado mientras lo arrastro fuera del vehículo.— Sorpresa.Intenta pegarme, pero le aplasto la muñeca contra la carrocería. Él emite un gemido de dolor.— ¿Quién te envió? pregunto con calma.Aprieta los dientes, tratando de mantener su expresión dura.— Ve a la—Golpeo. Un golpe seco en el estómago. Él se dobla, tosiendo violentamente.— ¿Repite?— Es… es Marc! escupe.Sonrío.— Eso es mejor.Saco mi teléfono y marco un número.— ¿Hugo? Tengo un paquete para ti.---La RepresaliaHugo y su equipo recogen al tipo en menos de quince m