Léa
¿Por qué ahora? ¿Por qué aquí?
Tengo ganas de vomitar.
— Léa…
La voz de Maxime es suave, pero no puedo levantar la vista hacia él.
Porque si ve mi rostro, verá el miedo.
Y me niego a ser ese tipo de mujer.
Pero no me deja otra opción.
Él coloca una mano sobre mi brazo, atrayéndome suavemente hacia él.
— No te tocará, dice simplemente.
Y no sé por qué, pero esas palabras son suficientes para hacerme quebrar.
Mi garganta se cierra, mi respiración se detiene.
Y antes de que pueda luchar, mis hombros tiemblan.
Maxime no dice nada.
Solo me atrae contra él, envolviéndome en un calor reconfortante.
Y esta noche, solo esta noche, lo dejo hacerlo.
Maxime
No duermo esa noche.
No después de lo que ha pasado.
No después de ver el miedo en los ojos de Léa.
Ella ha permanecido en silencio todo el camino de regreso, con la mirada fija en la carretera, los dedos crispados sobre sus rodillas. La acompañé hasta su edificio, y cuando quiso agradecerme con una voz demasiado neutra, entendí que estaba