Los músculos de Maximiliano se tensaron tanto, que no se dio cuenta de la fuerza que estaba ejerciendo sobre mi mano, tuve que intentar liberarme porque me estaba haciendo daño, por lo que me di cuenta que esa tal Doña Lucrecia, lo afectaba demasiado y por otra parte, a Doña Hipólita la hacía sentir poderosa, tener esa información.
Él me soltó y me tomó del brazo, paso algo muy extraño, me pareció escuchar su voz disculpándose, pero sin hablar
— ¿Qué sabe usted de Doña Lucrecia? ¿Acaso sabe dónde se encuentra ella? —preguntó con voz insistente y la respuesta de doña Hipólita me provocó escalofríos aun cuando no sabía quién era esa mujer.
— Eso, señor mío se sabrá a su debido tiempo, puede estar seguro de que su aparición será espectacular.
— Espero que no se arrepienta de lo que hace, el infierno, no debe ser un lugar agradable.
— Y eso, usted lo sabe muy bien ¿Verdad?
Maximiliano me tomó del brazo e hizo una reverencia a la familia, para mostrar educación, sin embargo, yo sabía que e