— Lola, ¿Me permites hablar un momento con mi hija? — preguntó, pero tanto Lola como yo nos dimos cuenta que era más una orden que una petición.
Lola salió de mi habitación y sucedió lo que yo ya temía, mi madre me tomó por el brazo hundiendo las uñas para hacerme daño.
— Dime Isabel, ¿Dónde aprendiste a escuchar detrás de la puerta? ¿Acaso creíste que no me daría cuenta? — Me interrogó con esa mirada fulminante que me dolía más que sus uñas en mi brazo — Escúchame bien — dijo — tu padre y yo vamos a solucionar este problema, trataremos de hacer sanar tu pierna para que Don Maximiliano no se dé cuenta y no quiera retractarse de su palabra, pero es importante que seas discreta y no se te vaya ocurrir contarle nada a Doña Lola; esto es algo muy serio Isabel, si te llegaras a casar y tu marido te ve una herida como esa, podría repudiarte públicamente, nadie va a creerte si dices que no sabes cómo te lastimaste, ya que claramente se ve que fue hecha por una boca humana y ninguna muj