Me hubiera gustado saber qué era lo que el médico quería hablar con mi madre, estaba segura que se trataba de algo relacionado con Maximiliano, la cara del hombre se desencajó y al pronunciar su nombre sentí cierto tipo de recelo hacia él.
En mi cabeza retumbaban las palabras de la sirvienta, “Mordida de un brujo”, me llenaba de terror al pensar que podía ser verdad, pero sólo así se explicaba que esa mordida hubiera aparecido en mi pierna de la noche a la mañana sin ninguna explicación.
Lola vino a mi habitación, pero no tuve la confianza de mostrarle mi pierna, ni de comentarle lo que estaba pasando, así que sólo le dije que mi madre me había reñido por no haberle recordado que mi sangre estaba bajando y la vergüenza que habíamos pasado con la modista, no sé si me creyó, pero esperaba que sí y que no le comentara a Maximiliano, me moriría de vergüenza si él se enteraba de tan penoso asunto relacionado con mi intimidad.
Mi madre ya no regresó a seguir interrogándome, pero yo sabía po