—¡Amelia! ¿Dónde estás? —grita Suzy apenas entra a la oficina, con la chaqueta en una mano y una bandeja de café humeante en la otra.
—Aquí, jefa, sobreviviendo sin ti —responde Amelia, su asistente personal y mejor aliada, con tono sarcástico mientras teclea frenética en su laptop—¿Dónde estabas metida? La junta ya está por comenzar. Sus padres estuvieron toda la mañana llamándome con la excusa de que no tomabas sus llamadas.
—Es una larga historia, amiga. Te cuento luego.
Suzy irrumpe en la sala de juntas como un torbellino de energía. Lleva el cabello recogido en una coleta alta y unos tacones que suenan como campanazos de guerra sobre el suelo de mármol. Todo manga por hombro por llegar como una bala a su casa y alistarse para tener que presentarse al trabajo.
—¡Buenos días, disculpen la tardanza! —dice con una sonrisa mientras reparte café a los asistentes—. Hoy vamos a cambiar el mundo... otra vez.
En la sala están los jefes de departamentos: Bianca del área médica, Rómulo de lo