Faltan pocos minutos para las cuatro, Armando hace una hora me mandó un mensaje para avisarme que van atrasados, el comandante los puso a hacer las solicitudes de la guardia extra y, como es domingo, nadie está para recibirles los papeles ni siquiera vía digital.
La burocracia nunca descansa.
Me siento un poco aburrida en casa, ya limpie todo entonces básicamente no tengo nada qué hacer por ahora. Pensaba esperarlos para invitarlos a comer a donde quisieran, aunque me arriesgo a que sea algo insalubre, cortesía de la lombriz de Gerardo.
Me dan ganas de fumar un poco, la cajetilla y cenicero están aún en la mesa del jardín, así que voy para allá. Prendo un cigarro mientras pienso que esta podría ser la última cajetilla que deba comprar. Es un vicio terrible.
Además, la presencia de la placa de mis padres hace que me regañan desde donde estén. Mi padre solía fumar, aunque nunca cuando estaba presente. Cuando se enteró que había heredado la mala maña, me prometió no fumar si yo lo dejaba