Cuando Angelo regresó de su terapia, se sentía agotado y solo quería recostarse un momento. Sin embargo, el sonido de movimiento en la casa lo llevó hasta la sala principal.
Al llegar, se detuvo a observar la escena. Había al menos una decena de personas moviéndose de un lado a otro, organizando cosas, hablando entre sí.
Sus ojos buscaron a Lionetta entre todos ellos, y la encontró en un rincón, conversando con un hombre. Sonreía mientras él le mostraba algo en una tableta.
El tipo giró su rostro hacia ella y le devolvió la sonrisa con una mirada que no le agradó ni un poco. Él dijo algo más y Lionetta soltó una carcajada que solo debería ser para los oídos de Angelo.
—Nos vemos en unos días —dijo la fisioterapeuta.
—Está bien, gracias —respondió Angelo, apenas desviando la mirada.
Debería haber pedido que alguien la acompañara a la salida, pero ya estaba avanzando con su silla de ruedas directamente hacia su esposa.
No era de los que hacían escenas de celos. Nunca lo había sido. Pero