Angelo cerró la carpeta que Neilan le había entregado y soltó un suspiro. No había nada fuera de lo normal. Todo lo contrario, Tazio era demasiado perfecto. Ni una sola multa de tránsito, ningún pleito con algún vecino, nada de secretos sucios. Y, aun así, Angelo no podía estar tranquilo. Quizás eran los celos los que enturbiaban su juicio. Pero no estaba dispuesto a ignorar su intuición tan fácilmente. Lo mantendría vigilado solo por si acaso no era tan perfecto como aparentaba.

Dejó la carpeta a un lado y reclinó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos. Lionetta se apoderó de sus pensamientos, desplazando todo lo demás, y una sonrisa se formó en sus labios. Se preguntó cómo demonios había conseguido trabajar en el pasado, cuando su esposa lograba colarse en cada uno de sus pensamientos con tanta facilidad.

Un par de veces juntos y ya estaba obsesionado con ella. No quería imaginar cuán grave se volvería su situación con el tiempo. Incluso en ese momento, estando bajo el mismo techo