Capítulo 3

Pasarón varias semanas, en donde estuve muy atareada de trabajo, pero de alguna manera, llegué a conocer un poco más a mi nuevo jefe. Era una persona estricta y con un carácter bastante fuerte, pero al mismo tiempo era un hombre con una increíble capacidad para poder hacer negocios. Era como si su sola presencia pudiera hacer que cualquier acuerdo, con empresas vecinas o internacionales, fuera algo predestinado. Su personalidad abierta para los negocios, le hacían justicia a su sobrenombre: “el empresario de los millones de contratos”. La empresa Ferguson estaba aliada con demasiadas empresas mexicanas y extranjeras, elevando el valor de esta empresa con facilidad.

Y mientras la empresa Ferguson iba subiendo de categoría, dentro de mi familia y vida personal, estábamos teniendo cada vez más y más problemas. El despido de mis padres de la fábrica de zapatos, se convirtió en un increíble problema, ya no podíamos pagar los estudios de mi querida hermana Rosali, que estaba en primer año de preparatoria.

Nuestros padres a pesar de no tener mucho dinero, siempre pudieron pagarnos escuelas privadas, para que pudiéramos tener la mejor educación posible. De alguna forma me sentía con la necesidad de tratar, de ser el sustento de mi familia, ya que mis padres habían perdido sus empleos, pero jamás imagine que quisieran hipotecar mi casa y que mi padre, estuviera debiéndole a muchos prestamistas.

–¡No sé qué vamos a hacer! –Dice mi madre entre lágrimas, en cuanto se encuentra con la carta de la hipoteca. –Y encima tenemos tantas deudas, por culpa de los prestamos que pedimos.  

–Tranquila, María. –Mi padre trata de tranquilizarla, mientras Rosali y yo los miramos lamentase desde la cocina.

–Venderé todo lo que tengo. –Dijo mi padre con mucha humildad.

Sabía que mi padre no tenía mucho que vender, era imposible que pudiera conseguir dinero, ya que todo lo que tuvo en su tiempo, nos lo dio a Rosali y a mí.

–¡Escuchen! -Interrumpí en su conversación, mientras limpiaba mis lágrimas, que recorrían mis mejillas. –Pediré un préstamo o algo. –Estaba muy nerviosa y triste, tanto que mi quijada no paraba de temblar.

–No es necesario. –Mi padre me detiene. –Yo los metí en este problema y yo las sacare. –Mi padre ya no estaba en posición de poder rescatar a su familia. Ya era un hombre viejo de 60 años. Estaba cansado de trabajar y sabía que él haría todo por nosotros, pero en este momento él no tenía los recursos. La única persona que podía ayudar en este momento de crisis, era yo.

–Yo me hare cargo, ¿entienden? –Me trague mis lágrimas, mientras salía de casa con solo una chaqueta y mi bolso.

En realidad, lo único que quería era respirar, quería incluso tiempo para poder pensar en cómo ayudar a mis padres. Sabía todos los esfuerzos que habían hecho por mí, y a pesar de que solo era una secretaría, era una de las mejores en la ciudad. Sabía mi capacidad y mi calidad en mi trabajo, y todo se le debía a mi padre. Pero mientras más pienso, más voy perdiendo la noción de lo que pasaba a mi alrededor. De pronto la lluvia empezó a caer y como si fuera un chiste de la vida, me empecé a mojar.

Cansada y triste, solo suspire profundamente mientras veía como todas las personas correr a mi alrededor, en busca de refugio. Yo no lo hice, simplemente dejé que la lluvia me golpeara con fuerza, ya que una tormenta no era nada, a comparación de lo que estaba pasando con mi familia. Quizás la lluvia me ayudo un poco, ya que mientras escuchaba las gotas de lluvia chocando con el suelo seco, pensé de inmediato en una persona que me podía ayudar, era mi única esperanza.

Tome el autobús y varias estaciones del metro, para poder llegar a Reforma, el lugar que estaba repleto de edificios, en donde yo trabajaba. Por alguna razón, sabía muy bien que a tres edificios de la empresa Ferguson, se encontraba una empresa que ya era suficientemente conocida para mí.

Estaba desesperada, así que lo llame.

–David.

–¿Ana? –David se escucha un poco confundido al escuchar mi voz.  

–Sí, soy Ana. –Le contesté en cuanto estuve enfrente de la empresa de sus padres. Miraba la gran fortaleza con un poco de miedo. –Necesito hablar contigo. –Suspire profundamente mientras de mi boca salía aire caliente.

David era un buen amigo mío, solíamos salir cuando los dos acudíamos a la universidad. Yo era becada y él claramente era uno de los chicos más ricos, populares y guapos de la escuela. Al final nuestra relación no pudo continuar, así que solo quedamos como buenos amigos, pero sabía que, si llegaba a necesitar algo, él era la persona indicada para hacerlo.

–¿En dónde estás? -Preguntó David un poco consternado, supuse que mi voz me delataba un poco.

–Afuera de la empresa de tus padres.  

–Voy para allá. –Y de inmediato colgó el teléfono sin decir más.  

Yo solo aguardé impaciente, mirando la entrada de vidrio de la empresa, hasta que vi salir a David. No podía negar que era un hombre realmente guapo. Alto, fornido, de ojos verdes y de piel canela, sale por esas puertas de vidrio, vestido con un traje azul entallado. Y cuando nuestras miradas se juntan, no puedo evitar sentir emoción al verlo.

David me sonríe con todos los dientes, para después cruzar la calle y correr hacia mí.

–¡Ana! -Me dice el moreno en cuanto está enfrente de mí.

–¡David! -Respondí a su nombre con una sonrisa en mis labios.

–Pero, ¿qué te ha pasado? –Me pregunta en cuanto ve mi cuerpo, que estaba completamente mojado. –Te mojaste.

–No es nada. –Trate de minimizar el hecho de que quizás pueda darme una gran gripe.

–No puedo dejarte así. –David se veía preocupado por mí, así que se quita su saco y a pesar de que aún seguía lloviendo, me puso su saco encima de los hombros y me condujo dentro de la empresa.

La gente dentro de esta empresa de talla mundial, me empiezan a mirar con mucho interés, ya que no todos los días se veía a un heredero junto con una mujer, que lucía tan lamentable como yo. Pero parecía que a David no le importaba lo que la gente digiera de él, nunca se avergonzó al estar al lado de mí y pasearse por toda la empresa conmigo. Todo termino cuando llegamos a su oficina, en el nivel veintitrés.

La empresa de los padres de David, era realmente importante. Era una empresa de acciones llamada “The Key” Era tan importante, que estaba clasificada como una de las empresas más importantes del país, pero a pesar de que eran grandes, no eran mucho al lado de la empresa Ferguson.

David me sentó en su gran silla hecha de cuero, tan cómoda y caliente, para después traerme un poco de chocolate caliente, junto con una sábana blanca, que no sabía de dónde venía.

–¿Estás mas cómoda? -Me pregunta mientras dibuja una sonrisa en su cara.

Yo solo me sonroje un poco, para asentir con la cabeza mientras bebía un poco de chocolate caliente. –Ahora me puede decir, la cosa tan importante que necesitaba decirme. –Él se recarga en su escritorio, para mirarme con toda su atención, mientras metía sus manos en los bolsillos de su pantalón.

Yo solo deje a un lado mi chocolate, para aclarar mi garganta. Esto era muy vergonzoso, así que mire el suelo por algunos segundos. Pero tenía que hacerlo, aún que se viera humillante. Decidida lo mire con mis ojos verdes, que sabía que eran muy poderosos.

–Necesito de tu ayuda, mis padres recibieron una carta de embargo. Y no pueden pagar tampoco los prestamos que pidieron. 

David solo me miró sin parpadear.

–Estoy desesperada y es por eso que te lo pido. –Lentamente deje caer la sabana al suelo, para hincarme en el suelo. Pero de la nada, siento como los brazos de David sostiene mi cuerpo con fuerza, evitando que mis rodillas mojadas toquen el suelo.

–No te hagas esto. –Lo mire.

Él hombre no dejaba de mirar al suelo, mientras me sostenía con fuerza.

Después me levanta, haciendo que lo mirara frente a frente.

–Sabes que haría todo por ti. –Pasa sus manos por mis mejillas, brindándome algo de calor. –Pero no puedo ayudarte.

–¿De que hablas? –Pregunté algo confundida. –En la universidad te jactaba de tener tanto dinero, que podías comprar medio mundo, y ahora… –Pero él no me dejo seguir.

–Era un idiota en ese entonces, creí que tenía la vida segura, pero mi padre me a desheredado. –Yo lo mire sorprendida, ya que sabía que esa era la meta de David en la vida, ser solo un heredero. –Jugué con el dinero de mis padres y perdí mucho dinero, es por eso que mi padre me tiene trabajando en esta empresa, como el jefe del área de contaduría, no como el presidente de la empresa.

Yo solo mire el suelo, sabía que, si David no me podía ayudar, nadie más lo podría hacer.

–Pero siempre estuve muy consternado. –Comenta de la nada, así que alce mi mirada. –Estudiaste la misma carrera, al igual que yo y terminaste siendo una secretaría.

–No todos tenemos tu suerte. –Susurré–Sabes muy bien que no tuve el dinero para titularme. Ser secretaría quizás fue la mejor decisión que tuve que tomar.

–Te ofrecí más de una vez el dinero para tu titulación.

–Pero tu querías…. –Sentí como un rayo paso por mi cuerpo, al recordar cual era la condición para recibir el dinero. –Que nos casáramos.

El moreno me mira con profundidad, pasando sus dedos por mis mejillas.

–¿Por qué nunca quisiste ser mía? -Me susurra para hacer que lo mire, juntando nuestras narices.

–Porque no soy propiedad de nadie. -Acaricie lentamente su cara con las yemas de mis dedos. –No puedes ir por la vida condicionando a la gente.

Él atrapa mi mano en el aire.

–Quizás si hubieras aceptado mi mano, no hubiera cometido tantas estupideces.

Pero sabía que, a ninguno de los dos, nos iba bien lamentarnos de lo que no habíamos hecho. Así que me separe de él, para aclarar mi garganta después de hablar con constancia.

–Te agradezco mucho por haberme recibido. –Tome mi bolso. –No quiero molestarte más. –Caminé hacia la puerta y cuando estuve en la salida, puedo sentir la mano de David sobre la mía, deteniendo mi caminar, pero al mismo tiempo, alguien choca conmigo. Mi cabeza aterriza en el pecho de un hombre con una loción muy deliciosa, pero al mismo tiempo soy aturdida por lo duro de su pecho. Supuse de inmediato que quizás era un hombre que se ejercitaba mucho.

Me alejo algunos pasos de esta persona desconocida, para darme cuenta que había chocado, con nada más y nada menos que con el gran William Fernández, mi jefe. Yo me quedé sorprendida y congelada, mientras él me mira con algo de sorpresa, pero era tan bueno para ocultarlo, que solo pude ver sus ojos cafés con algo de preocupación. 

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