Capitulo 4

–Señorita Guevara. ¿Qué hace aquí? ­-Pregunta curioso mientras que detrás de él, están sus dos guardaespaldas, que siempre están con él.

–Lo mismo estoy pensando yo. –Murmuré sin tan siquiera haberlo pensando. –Lo lamento. –Me disculpe al ser tan atrevida.

De proto salió David, para poder ver la cara de mi jefe. Al mirarlos, pude darme cuenta que había unas miradas algo tensas, era como si ellos ya se conocieran.

–David. –Dijo mi jefe con algo de amargura, mientras su cara demuestra algo de diversión. 

–Fernández. –Contestos el moreno con altanería.

–Me entere sobre el nombramiento de tu hermano. –Yo estaba en medio de estos dos hombres gigantes para mi altura, mientras los miraba con mucha confusión. Había tensión entre este par. Realmente nunca hubiera imaginado, que uno de mis mejores amigos, conociera al hombre más poderoso y rico de la ciudad. –Lamento mucho que no hayas podido heredar, ni siquiera una pizca de lo que tus padres sembraron. –Mi jefe sonaba bastante burlón.

–Tal vez no haya conseguido nada, pero por lo que dicen los rumores, parece que tu padre no te quiere dejar tampoco ni una pizca de lo que él sembró. –Arremetió David en contra de mi jefe, que no parecía estar tan dolido por lo que le decía mi mejor amigo. Al contrario, de la nada se dibujo una sonrisa en su cara, que parecía de porcelana.

–Te equivocas, como normalmente lo haces. –Suspira profundamente el castaño pomposo. –Mi padre fundo esa empresa, pero al contrario de ti, yo he sembrado muchos de los negocios de mi padre, desde que volví de Londres, en donde trabajé tan duro, para ganarme un lugar en este negocio. –David al escuchar la respuesta de mi jefe, se siente humillado. –Trabaje mucho tiempo para uno de los bancos más importantes de Inglaterra, y volví a México a terminar muchos negocios que mi padre no pudo concluir, y quizás ahora mi padre no este seguro de dejarme el negocio a mí, pero te puedo asegurar que cambiara de opinión. -Le mira con una gran superioridad, incluso el hecho de que mi jefe fuera más alto que David, hizo de esta situación mucho más vergonzosa.

Esta batalla claramente había sido ganada por mi jefe, quién fue más listo e incluso más rápido que David. Sabía que David no podía contra la respuesta de mi jefe, ya que como dije antes, a David le encantaba hablar y ser un fanfarrón, pero nunca a actuar sobre las cosas que decía.

Después de la batalla, mire a mi jefe realmente confundida, mientras él me mira de pies a cabeza.

–¿Qué le ha pasado, señorita Guevara? -Pregunta mientras pone una de sus manos sobre mi hombro, mirándome con detenimiento.

–La lluvia. –Es lo único que pude contestar, ya que la mirada de mi jefe era realmente intimidante.

–La llevare a casa. –Toma de mi brazo y me jala, pero antes de que saliéramos del pasillo, para ir hacía los ascensores, David detiene a los guardias de seguridad de mi jefe.

–Ella está conmigo. –Le advierte.

Mi jefe me mira con detenimiento, para después sonreír luciendo como un felino, por sus facciones tan delicadas. Era como si hubiera sido esculpido por las mejores manos.  

–Ella es mi asistente y tiene que ir conmigo.

David me miró directamente a los ojos, sabía que no podía desacatar sus órdenes, así que solo suspire profundamente.

–Te vere luego. –Le contesté con tristeza.

David solo suspiro y miró hacia el suelo, quizás sintiendo mucho enojo, al ver que mi jefe no solo le había ganado la pelea verbal, sino que también le habían ganado a su chica.

Al subir al elevador, puedo ver una sonrisa dibujada en la cara de mi jefe, era como si le hubiera hecho mucha gracia lo que había hecho con David. Para ser sincera, esta era la primera vez que le veía sonreír. Incluso sus guardaespaldas, lo miran sorprendidos tras de unos lentes negros y gruesos que llevan puestos, notando que su jefe estaba actuando algo extraño.

Cuando llegamos a planta baja, puedo ver que su sonrisa se ha borrado. El hombre de tez blanca pone una cara de pocos amigos, mientras que la estructura de su cara, lo hace ver muy refinado, al alzar su cara y caminar por todo el edificio junto con los guardaespaldas. Yo solo intento seguirles el pie, mientras me siento tan pequeña al lado de un hombre como él.

Una camioneta nos estaba esperando en la entrada del lugar, así que es mi jefe quién por primera vez, abre la puerta de la camioneta, para hacerme subir con la ayuda de su mano. Yo estaba realmente sorprendida, cuando sus dedos cálidos y suaves, tocaron mi piel, en un roce que se hizo un apretón de mano.  Al final él se subió tras de mí, mientras que sus guardaespaldas, se fueron en la parte delantera del auto.

No sabía que decir, ni que hacer. Estaba pasando por uno de los momentos más bajos de mi vida, y al mismo tiempo, estaba pasando el día más extraño de toda mi vida, ya que había presenciado una pelea de grandes hombres poderosos de la sociedad mexicana.  Y aún que sabía que David, no se podía comparar con William Fernández, fue increíble poder ver que estas dos personas, que eran tan cercana a mí, podían tener tantos problemas.

La camioneta empezó a avanzar, al igual que mi cabeza, que empezó a trabajar.

–Se ve muy mal. –Me dice de la nada mi jefe, con esa voz gruesa y llena de testosterona que lo caracterizaba. –¿Acaso quiere decir algo?

En ese momento mire a mi jefe y lo fulmine, ya que estaba enojada.

–Si, ¿por qué estaba sonriendo tan campante en el ascensor? –Pregunté sin miedo.

–Supongo que todo el mundo puede sonreír cuando a uno se le plazca, es por eso que las sonrisas ni las risas tienen precio. –Respondió astutamente.

–No, usted…. –Llame su atención. –No lo conozco mucho, pero el tiempo que llevo trabajando para usted, no ha sonreído. –Suspire. –Ni siquiera una vez.

El castaño solo se mofó, demostrándome una vez más, que tenía razón. Algo había cambiado en él.

–En realidad no lo sé, fue divertido pelear con ese fanfarrón. –Confiesa. –Pero créame que mi intención de llevarla a casa es seria, en realidad me preocupe.

–¿Qué le preocupo? -Pregunté algo sorprendida.

Mi jefe solo suspira profundamente, para poner su mirada sobre la ventana polarizada.

–Ninguna dama debe de estar en el estado, en el que usted esta. –Yo lo mire fijamente, estaba confundida.

De pronto, el hombre me miró con todo el poder de su mirada, para jalar el saco que era de David. El hombre lo tomo como si fuera un trapo viejo, para tirarlo al suelo del auto. Después se quito su saco.

–No es necesario. –Me negué más de una vez, pero supongo que no había nadie que pudiera detener a William Fernández. Me puso su saco color café, que tenía piel cálida por dentro. De pronto mi nariz empezó a recibir ese rico aroma, el aroma de su perfume natural.

–Gracias. –Le contesté sin hacer muchos movimientos.

Estaba impactada, siempre pensé que mi jefe era una persona muy fría e incluso una persona, que quizás no pudiera tener sentimientos, pero al verlo pelear contra David y al ver su preocupación en cuanto me vio mojada, pude ver que había muchos sentimientos dentro de él. Sabía que había un hombre caliente, detrás de esa cara y cuerpo tan frio.

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