El salón de la gala de Brévenor era un hervidero de cristal, seda y susurros elegantes. Esteban, en el centro de la tormenta social, recibía a los invitados con su acostumbrada compostura, pero su sonrisa era un eco pálido de la arrogancia de antaño. Su mirada escrutaba la multitud, deteniéndose por un momento en Gloria, quien lucía pálida y cansada en un rincón. Más tarde le diré que se retire, pensó con un destello de preocupación que le resultaba nuevo.
Entonces la vio. Valeria, avanzando entre la multitud con la elegancia serena que parecía heredar directamente de Aurora. Al acercarse, su saludo fue un beso en la mejilla, un gesto más cálido de lo que él esperaba.
—Padre —dijo, con una sonrisa que no lograba ocultar del todo una sombra.
Esteban casi preguntó por Elías, casi soltó un "¿Y tu esposo?" que se atascó en su garganta. En su lugar, fue Valeria quien, leyendo su mente, ofreció una explicación suave.
—No vino. Se sentía un poco indispuesto. Así que… probablemente