El eco de los aplausos aún resonaba en la sala de catas, mezclándose con las felicitaciones que llovían sobre Valeria. Su rostro, iluminado por la emoción y el éxito, era un faro en la habitación. Esteban, tras un momento de vacilación, se abrió paso entre los invitados hasta llegar a su lado.
Elías, al verlo acercarse, hizo un discreto movimiento para retirarse y darles espacio. Pero, para sorpresa de ambos, Esteban lo detuvo con un gesto.
—Los felicito a ambos —dijo, y su voz, aunque contenida, sonaba genuina. Su mirada se posó en Valeria—. Lograron algo extraordinario. —Luego, con un esfuerzo visible, incluyó a Elías en su mirada—. Honraron su memoria de una manera perfecta.
El elogio, dirigido a los dos, era un territorio nuevo y desconocido. Un silencio tenso, pero cargado de posibilidad, se instaló entre ellos. Fue entonces cuando Esteban sacó un sobre grueso y elegante del bolsillo interior de su saco.
—El próximo mes —anunció, dirigiéndose a ambos—, celebramos el 21º anive