La última luz de la velada se apagaba en Finca Diamante. Los invitados se retiraban entre risas y elogios para "Legado", dejando atrás el rumor decadente de la fiesta. Valeria, con el cansancio y la felicidad pintados en su rostro, sostenía la mano de Elías cuando una figura se interpuso en su camino.
Esteban. Con una expresión que Valeria no le había visto en años, una mezcla de orgullo y una vulnerabilidad desarmante.
—Valeria —dijo su voz, más suave de lo habitual—. Estuviste magnífica. —Y, para asombro de ambos, la rodeó con sus brazos en un abrazo tenso pero genuino.
Ella se quedó inmóvil un instante antes de responder al gesto. Cuando se separaron, Esteban clavó la mirada en Elías. Lo había ignorado toda la noche, pero ahora no podía eludirlo.
—Quizás te odie —reconoció, sin adornos—. Pero por el bien de Valeria, haré lo posible por tolerarte. —Extendió su mano hacia Elías.
Elías la observó un momento, luego asintió con gravedad y la estrechó. —Solo quiero que Valeria esté