Gloria dio un último gemido fingido, ahogado en la almohada, mientras Esteban se desplomaba sobre ella, sudoroso y satisfecho. Ella ocultó su disgusto tras una sonrisa cansada. El médico había dado el visto bueno para la intimidad, y el viejo verde no se le quitaba de encima. Le acarició la espalda con falsa devoción.
—Eres increíble, mi amor —murmuró él, antes de levantarse y dirigirse a la ducha.
Gloria se miró en el espejo del vestidor. Una pequeña curva comenzaba a asomarse bajo su bata de seda. "Este mocoso arruinará mi figura", pensó con fastidio, pero acto seguido una sonrisa triunfal se dibujó en sus labios. "Pero es valioso."
Entró al baño y lo acompañó bajo la ducha, riendo coquetamente mientras él, feliz con la cercanía, hablaba de los viñedos y algunas asignaciones futuras. Ella se sintió eufórica. Desplazar a Valeria había sido tan fácil... pero todavía quería más. Quería quebrarla, sacarla de Brévenor para siempre.
Mientras desayunaban, Valeria hablaba con su padre sobre