Mundo ficciónIniciar sesiónSophie Dimou en medio de su desesperación por huir de la ciudad debido a un matrimonio arreglado con un completo desconocido todo para salvar a la familia de la ruina, se embarca a trabajar en un crucero. Cristóbal Sotiriou es el dueño de una embarcación de cruceros en toda Grecia, su preferencia siempre ha sido trabajar desde un barco, y ahora el motivo por el que lo hace es su madre, pues quiere darle una distracción mientras la enfermedad que tiene la consume. En medio de la agonía de su mamá accede a darle lo que siempre anhelo para ella, un matrimonio y una familia que no tenía planeada en su vida. Es ahí donde el camino de estas personas se enlazan lo más pronto posible, ellos pasarán por muchas dificultades mientras comienzan a desarrollar sentimientos, ¿Serán estos lo suficientemente fuertes para superar las adversidades que se les presente en el camino?
Leer más5 AÑOS DESPUES SOPHIE El sol brilla con todo su esplendor sobre la isla, y el clima tropical aporta un calor reconfortante en la playa. La brisa del mar acaricia mi rostro mientras disfruto del sonido de las olas. ―Al parecer, los sueños sí se cumplen ―Abro los ojos al escuchar la voz de Cris detrás de mí. Él me rodea la cintura con sus brazos y me atrae hacia su pecho. Descanso mi cabeza en su hombro y cierro los ojos de nuevo. ―Lamento interrumpir este relajante momento, pero Odell solicita a su bella madre; se siente inquieto y he intentado mil maneras de calmarlo, pero nada ha funcionado. Me giro entre sus brazos y lo miro. ― ¿Ya revisaste su pañal? ―Sí, de hecho, eso fue lo primero que hice. Pero parece que este pequeño solo quiere tu atención. No lo culpo, yo también ando algo necesitado ―sonríe, y conozco esa sonrisa. ―Atenderé al papá después de que el hijo se quede dormido. Hasta entonces, no habrá nada de nada entre tú y yo ―digo, apartándome luego. ―Mientras tanto, p
SOPHIELlegamos al hospital, casi al mismo tiempo que la ambulancia que llevaba a Alisa. Bajamos dejando el auto estacionado en el sitio más cercano y entramos por la parte de urgencia. De nuevo trataron de evitar que pasáramos, pero Cris les dijo que la niña que habían traído hace un minuto era nuestra hija y era muy pequeña, necesitaba de sus padres. El personal de enfermería ignoró sus desesperadas palabras, y solo nos dijeron que esperáramos noticias en la sala de espera. Sabía que iba a ser eterno y angustiante para mí, pero no quedaba de otra; teníamos que seguir las indicaciones o nos echarían del sitio. Cristóbal seguía a mi lado. Los minutos de angustia me abrumaban, y no pude más. Me puse de pie y me pasé nerviosa por el pasillo varias veces. La culpa me alcanzó. Yo era la que había expuesto a mi hija de esa manera. Desde el principio, debí haber buscado la forma de tomarla y llevármela, sin embargo, me dejé intimidar por esos hombres malos. No era tan fuerte como creía. Si
SOPHIEMientras analizo todo lo que Cris me va diciendo en el camino, no logro comprender para qué ese desgraciado necesita a mi pequeña. ¿Por qué ella? Trato de calmarme, pero resulta imposible hacerlo. Mi hija se encuentra en quién sabe qué lugar, en manos de un lunático resentido.Cris menciona lo que Héctor sabe y prometió que lo llamaría en cuanto tuviera alguna información. Solo espero que no tarde mucho, porque estos minutos que han transcurrido ya se sienten como los más largos de mi vida.De repente, el teléfono de Cris suena, y él lo toma de inmediato para responder.―Dime ―exclama en la bocina.Puedo percibir la angustia en su tono de voz, aunque hace un esfuerzo por ocultarlo. Ambos estamos angustiados y desesperados por la seguridad nuestra hija. La llamada no dura mucho, pero después de finalizar, él me explica todo: la niñera también se encuentra con ellos, Fausto se la había llevado a la fuerza para que mantuviera a Alisa callada. Es evidente que necesita ayuda, ya que
SOPHIECamino de un lado a otro, ya no sé cuántas vueltas he dado en el mismo lugar. El corsé del vestido me está asfixiando, porque me hace sentir, por momentos, sin aliento, supongo que debido a los nervios. Me hicieron ponerme la prenda que compré en la tienda de bodas, otra vez estoy vestida de blanco, solo que el diseño es distinto.Pero eso no me incomoda, sino el acontecimiento, el casarme con otro hombre. Respiro hondo, trato de relajarme y luego expulso todo el aire de mis pulmones.Esto lo estoy haciendo por mi hija, solo por ella.Eso lo he repetido varias veces en mi mente; necesito aferrarme a algo para no salir corriendo como aquel día que escapé de la capilla. Ahora no puedo hacer eso. Cleo aparece después de varios minutos, me indica que esta vez vendrá el abuelo y me acompañará hasta el altar. Era de suponer, esta vez no va a arriesgarse a que me escape.―El señor no tarda en venir, ― anuncia ella.No pensé que me informara, suponía que harían las cosas como el abuelo
CRISTÓBAL―Están buscando testigos para que declaren a tu favor, ya que las pruebas que presentamos no fueron suficientes. Pero dudo que eso funcione, porque hay muchas trabas, y no tengo duda de que Charlie y su socio están detrás de este asunto.Apenas escucho la voz de mi amigo, no le presto atención en absoluto, mi mente está absorta en cualquier argumento. Ni siquiera he tenido la cabeza para lidiar con el tema de la demanda.Respiro lentamente y lo miro.―Está bien ―digo, tratando de mantener la calma.― ¿Qué pasa? ¿Por qué te noto tan relajado? ―pregunta. Si tan solo supiera lo desesperado que me siento por dentro. ―O tal vez estás muy tenso y no quieres que me dé cuenta ―añade con tono de certeza.―Ya te dije que todo está bien.― ¿Cómo puedes decir eso cuando allá afuera es un caos y luego está Sophie…? ―Guarda silencio un momento. ―Ah, ya veo, eso es lo que te tiene así. Se trata de ella.Da en el blanco sin darse cuenta. Conozco a Héctor desde hace años, pero no quiero habl
No sé cuánto tiempo llevamos solos, sin embargo, ninguno de los dos ha dicho nada. Cris ni siquiera me miro ya, desde que se fue su amigo ha parecido estar perdido en sus pensamientos, tal vez lo que le dije antes, lo dejo pensando. Miro la hora en mi reloj y me doy cuenta de que ya paso de la media hora que había estipulado, debo volver lo más pronto posible si no la niñera estará en un aprieto por mi culpa. ―Me tengo que ir ―digo, al tiempo que me giro para ir hacia la puerta. ―Espera ―. Me detengo cunado lo oigo. Sin volverme, me quedo ahí plantada, esperando a que añada algo más. Se toma su tiempo y se aclara la garganta. ― ¿Tenías algo más que decirme? Él lo sabe o sospecha que algo le oculto. Bueno, no le estoy escondiendo nada, solamente no he tenido el momento adecuado para aclararle las cosas y hablarle de nuestra hija. ―Si ―. Me vuelvo y lo miro desde a cierta distancia. ―Quiero aclarar algo que Fausto menciono en el evento y que tú malinterpretaste. No quería hacer e










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