Alicia Castaño es una chica trabajadora, responsable y eficaz, pero torpe, muy torpe, y eso le traerá muchos problemas. Miguel Ángel Duarte es el dueño de la compañía más importante de publicidad de toda España, un hombre orgulloso, seguro de sí mismo, bueno en los negocios y apunto de casarse con una de las publicistas más conocidas de toda Nueva York. Pero sus destinos se entremezclan a causa de la torpeza de Alicia, y después de eso todo empieza con una llamada.
Leer másLlevaba más de dos años trabajando en la gran empresa de publicidad de los hermanos Duarte, mi labor era en el departamento de marketing, era la secretaria del jefe del departamento, y lo cierto es que me iba bastante bien, estaba bastante feliz en aquel lugar, tenía amigos y me llevaba súper bien con mi jefe, que tenía dos niñas y una mujer preciosa.
Mi vida era bastante triste en cuanto a lo sentimental se refiere, aún vivía con mi madre, no por gusto, sino porque después de morir mi padre, mi madre se quedó tan sola y desubicada que me parecía una burrada dejarla sola o internarla en un lugar para ancianos. No, ella estaba mucho mejor conmigo, y eso sin contar que mi padre apenas le había dejado una buena pensión con la que sobrevivir.
No tenía novios, ni nada que se le pareciese. Lo cierto era que estaba un poco harta de los hombres, aún no había encontrado a alguno que se preocupase por mí y por lo que me ocurría, todos estaban mucho más ocupados mirándose el ombligo, como para darse cuenta de lo que le ocurría a nuestra relación. Seamos sinceros, los hombres solo sirven para una cosa hoy en día, y sinceramente, en el siglo en el que estamos no hace falta tener pareja para eso.
Así que no, no tengo novio, y tampoco quiero algo como eso.
Aquel día era como cualquier otro, uno de esos agitados días, en los que una no paraba ni para poder tomarse un café, de un lado a otro de la oficina, recibiendo llamadas, enviando fax, posponiendo reuniones, convocando otras, enviando emails a los altos ejecutivos con la información de nuestros próximos clientes, … y un largo etc que sinceramente creo que os aburriría si os lo contara.
Casi eran las dos de la tarde, y yo estaba deseando llegar a casa, aunque sabía que aquella tarde me tocaba volver al trabajo. Sí, así era mi vida, vivía para trabajar, y apenas tenía tiempo de vivir fuera de él. Aunque lo cierto es que no me podía quejar, pues al menos tenía los fines de semana libres, o esa era la teoría, porque a veces también tenía que enviar emails o responder llamadas en aquellos días.
Bien, volviendo a aquel día, Beca llegó a mi oficina cuando casi había terminado de enviar el último email de la mañana.
El viernes era la cena de navidad, sí, por si se me ha olvidado decíroslo estábamos en esa magnífica fecha en la que la gente se amontona en las calles del centro para comprar un regalo, en el que cuando entras en una tienda hay colas y colas para llegar a la caja, en la que todo el mundo se vuelve loco, se olvida de que estamos en crisis y se pone a despilfarrar como si no hubiese un mañana, sí, es obvio y está claro que odio la navidad. Mi estación favorita es el otoño, siempre me ha gustado los hermosos paisajes que deja esa estación a su paso.
Volvamos a la cena de navidad, pues bien, estábamos todos invitados, y ahora parecía que también aparecería el hijo predilecto del dueño. Era el favorito del señor Duarte, según había escuchado hablar a mis compañeros, pues lo cierto es que yo aún no lo conocía, a decir verdad, no conocía a casi nadie, la empresa era muy amplia, y tan sólo conocía a los de mi departamento y a los que trataba directamente con este.
Miguel Ángel Duarte se había pasado la mayor parte de su vida en Estados Unidos, estudiando y formándose para ser todo un magnate en eso de los negocios. Según lo definían parecía ser una persona responsable y correcta, justo igual que su padre.
Había visto al señor Alfonso Duarte unas cuantas veces, y siempre había sido muy amable conmigo, la que no lo era tanto era su esposa, que parecía ser una señora de clase, orgullosa y prepotente. El matrimonio tenía tres hijos, y Miguel Ángel era el mayor, le seguían Samuel y Carolina.
Bajamos en el ascensor junto a Débora la de contabilidad y Matías el responsable de Recursos Humanos, hasta llegar al recibidor. Por supuesto, Beca no dejaba de hablarme sobre la perfecta y maravillosa vida de Miguel Ángel Duarte. Al parecer estaba prometido con una de las más prestigiosas modelos de Nueva York e iban a casarse en un año, no parecía ser una persona muy cercana, cosa que me extrañó, pues todo el mundo lo retrataba como la viva imagen de su padre, y él si era una persona amable. Pero Beca opinaba que el famoso hijo predilecto tenía el carácter severo y orgulloso de su madre.
Nada más salir del ascensor nos topamos con Isaac nuestro gran amigo, éramos los tres mosqueteros, o así es como mi jefe solía llamarnos.
CAPÍTULO 23Acabábamos de llegar a su casa, estaba de pie frente a él, muy nerviosa, sin saber muy bien que era lo que él quería de mí, aún me sentía algo confusa y …Desnúdate – ordenó, mientras se sentaba sobre el sofá, aún con el platico, sin abrir – quiero ver lo que tienes debajo.¿no deberíamos ir a tu cuarto o algo? – pregunté con calma, intentando parecerlo, en realidad, porque estaba muerta de miedo.Aquí no vive nadie – aseguró.Me quité la camisa, que estaba medio rota, pues él ya había hecho saltar los botones, con anterioridad, al mismo tiempo que sentía su mirada sobre mí. Bajé los pantalones, despacio, observando como el me devoraba con su mirada.Se levantó y se detuvo frente a mí, acarici&
Llamé a mi madre desde la oficina y le dije que no me esperase para cenar, que cenaría fuera e iría a celebrar con los chicos, pero lo cierto era que sabía que si la veía me echaría a llorar como una magdalena y me pondría a llorar en su regazo, como solía hacer cada vez que uno de mis novios me abandonaba por otra.Colgué el teléfono, agarré mi chaqueta y mi bolso, dispuesta a marcharme, pues él aún estaba reunido con su futura esposa y no me parecía adecuado molestarle, ni siquiera quería imaginar que era lo que hacían allí metidos tanto tiempo.Caminé hacia el ascensor y me metí en él, sintiendo como me rugían las tripas, aquel día tenía demasiada hambre, pues apenas me había dado tiempo a almorzar por el exceso de trabajo, tuve que hacer mi trabajo y también ponerme al día
Cuando llegué a la oficina, después del fin de semana, él ya estaba allí, pero ni siquiera entré a saludarle como solía hacer cada tarde. Me preparé para recoger mis cosas y en cuanto llegó la nueva secretaria me dispuse a enseñarle todo lo que sabía, pues quería que fuese tan eficaz como lo era yo. Sobre todo, tienes que recordar que él odia ser molestado en las reuniones, si quieres preguntarle algo llámale a su línea – le indicaba mientras señalaba su extensión en el teléfono – y si tienes alguna duda siempre puedes llamarme a mí, estaré en la extensión 9. Muchas gracias por la oportunidad – aseguraba la chica rubia, era demasiado joven, y no tenía experiencia, pero me había asegurado que había hecho las prácticas en una revista y que sabía bastante sobre aquel tema de la publicidad. Siempre debes llamarle por su apellido – le aconsejaba – odia que le llamen por su nombre, no cambies la formalidad a no ser que él lo haga.
Cuando desperté al día siguiente me sentía echa una mierda, y agradecí muchísimo que fuese mi día libre, pues no tenía fuerzas de enfrentarme al trabajo después de lo que había pasado entre nosotros la noche anterior.¿por qué no podía ser como esas mujeres a las que le importaba una mierda romper una relación? ¿por qué no podía aferrarme a él y ser feliz? No podía, no dejaba de pensar en su novia, en Amara, en lo mucho que se querían, pues pronto se casarían, y uno no se casa con cualquiera.Siempre he pensado que el matrimonio es algo tan importante para una pareja que se ama, que se respeta, que están preparados para dar un paso más, que saben que no podrán vivir el uno sin el otro, y la culminación de una relación es el matrimonio y formar una familia juntos.Creo que mi f
CAPÍTULO 19 Pasé el resto del día en casa, de relax, viendo la tele con mi madre, y al final de la tarde, a eso de las nueve, Isaac me avisó de que saldríamos a tomar unas copas. Así que tras prometerle a mi madre que volvería a casa pronto, preparar la cena, cenar, ducharme y prepararme… que tengo que admitir que estaba preciosa aquella noche. Con aquel vestido que me había comprado en Phoenix, me encantaba aquel vestido. Isaac estaba fuera de mi casa, esperándome en su moto, así que me monté con cuidado, pues no quería estropear el vestido y me agarré a él. Cuando llegamos al bar, mis cabellos estaban un poco despeinados, pero aun así no me quedaba mal aquel look roquero. Beca nos estaba esperando en una de las mesas. Me senté y agradecí que la música no estuviese muy alta, así pude poner al día a mis compañeros sobre que me quedaba como secretaria del señor Duarte. Eran muchas horas, y sinceramente, cobraba más o me
Bajaba en el ascensor, bastante alterada por lo que había pasado en su despacho. Aquello se estaba descontrolando demasiado, si las cosas seguían así terminaría fallando a mis principios, y me acostaría con él. Eso no era correcto, no podía involucrarme con un hombre a punto de casarse. Pero no podía dejar de pensar en él, en sus manos aferrándose a mis nalgas. --- Aquella noche fue mucho más intensa que las anteriores, pues cuando me toqué, justo después de darme una ducha, no podía dejar de recordar en aquel beso, en sus gemidos sobre mi boca, imaginar que aún estaba allí en aquel despacho, junto a él, y que era tomada en sus brazos mientras él me acariciaba despacio, y me hacía morir de placer en sus brazos, me hacía estremecer con cada caricia, con cada beso, con cada… Me enervé de la cama, de un salto, dejando de darme placer, dándome cuenta de que aquello se estaba descontrolando, no podía dejar que aquello continuase por aquel ca
Último capítulo