Proteger

SOPHIE

―¿Qué? No quiero hacerlo ―dije, mientras me llevaba la mano a mi cabello para apartarlo de mi cara. ―No quiero ver a ese hombre de nuevo, de solo pensarlo…

―Y no lo verás, irás directo a las oficinas de la estación hablar con el oficial a cargo del caso ―me indico el hombre, que al parecer es la mano derecha de mi jefe. ―El capitán Smith, les dejo claro que no hubiera ningún contacto entre tú y los culpables.

Aunque aquel empleado se dejó sobornar para que ese mal hombre me tomara a la fuerza, no podía estar molesta con ese chico. Quiero pensar que no tuvo otra opción, pero también sé que el mundo está lleno de gente mala, tal vez haya más mala que buena.

Todo esto me hace recordar al abuelo y al hombre con el que me quiso casar, si no me hubiera armado de valor, quizás en este momento no estuviera aquí. No puedo decir que aquí sea un mejor lugar en comparación con el infierno que estaba viviendo en Lavrion, pero al menos aquí no me fuerzan hacer algo que no quiero y mi opinión si es tomada en cuenta.

El barco se detiene cuando llega al muelle de un pequeño pueblo costero. Héctor, hombre que me iba a acompañar a la estación, vino por mí a mi camarote, para decirme que ya era hora bajar. Respiro hondo antes de salir, pero me llevo una sorpresa cuando me doy cuenta de que no es Héctor el que está en la puerta esperándome, sino mi jefe, el dueño del barco.

―Perdón por hacerlo esperar, no considere que estuviera usted aquí ―pronuncio todo rápido.

Él niega con la cabeza, pero no dice nada al respecto.

―¿Esta lista? ―me pregunta.

¿Quién puede estar listo para algo así? Sé que ese hombre ya está detrás de las rejas y esposado, lejos de mi vista; sin embargo, no sirve del todo para que se me vaya el pánico.

Asiento despacio, y bajo la mirada de sus ojos.

―Vamos, entonces ―habla de nuevo.

Lo sigo sin volver a levantar la mirada, porque me ponía un poco nerviosa, no porque me incomode su presencia, solo sé que me inquieta pero no de una manera desagradable.

Este hombre ha sido bueno conmigo, no puedo ser una grosera con él, al menos se merece mi respeto.

Minutos después estamos en la estación de policía, sentados en la sala de espera a que me llamen para declarar. Mis manos se mueven inquietas sobre mi regazo, las aprieto y juego con mis dedos, estoy muriéndome de los nervios.

―El interrogatorio pasara rápido, le dije a Héctor que le mencionara al oficial que no te presionaran con preguntas, ellos solo quieren escuchar de tu voz si ese pasajero se sobrepasó contigo. Te prometo que este proceso no será largo ―me informa mi jefe a mi lado.

Asiento.

―Muchas gracias.

―No hace falta que lo agradezcas, no te dejaré sola con esto.

Sus palabras me hicieron levantar la mirada para verlo de nuevo. Él se había distraído con algo en su teléfono y yo me tomé un poco de ese tiempo para observarlo. Definitivamente, él es de esas pocas personas buenas que hay en el mundo, sentí una paz inmensa en este mismo instante.

―Señorita Dimou, ya puede pasar ―me llama un hombre corpulento del otro lado del mostrador, indicándome una de las puertas detrás.

La pienso antes de levantarme, pero el señor Sotiriou, mi jefe, hace una inclinación de cabeza para que vaya en dirección a donde me dijeron que entrara. Respiro hondo antes de levantarme y camino a pasos cortos hasta aquella oficina.

*****

CRISTÓBAL

Estoy por irrumpir en la oficina del oficial de policía, pero no se me permitió entrar con ella, solo el abogado que le asigne la acompaño. Héctor, mi amigo la acompaña, por eso no me preocupo tanto; sin embargo, eso no me quita la inquietud de que ya pasaron muchos minutos desde que ella entró allí.

Le prometí estar con ella, acompañarla, pero hay un reglamentario que deben seguir los oficiales como al igual los abogados y sus clientes. Me levanto del asiento cuando veo la hora en el reloj de mi muñeca, más de treinta malditos minutos han pasado, sus nervios deben estar al tope.

Note muy bien su reacción cuando llegamos a la estación y cuando estábamos esperando a que la llamaran, no puedo dejarla más tiempo sola con esto. Me acerco a la puerta de la oficina del oficial principal, pero antes de que toque la manija, la puerta se abre.

Sale Héctor de detrás de la joven.

―Sophie, atestiguado todo lo que le preguntaron, ya podemos volver ―informa mi amigo.

Asiento. Finalmente, sé su nombre, aunque hubiera preferido haberlo sabido de otra forma, no así y en este sitio, pero al menos ya sé cómo se llama, y la verdad tiene nombre muy bonito, queda muy bien con su rostro dulce y esa mirada inocente que tiene.

Me giro para irnos de allí, pero me detengo y me vuelvo rápido hacia Sophie para evitar que vea al hombre que llevan esposado fuera de las instalaciones de la procuraduría. Sin tomarme el tiempo de pensarlo me acerco a ella y la tomo de los hombros para atraerla hacia mí. Enredo un brazo sobre sus hombros mientras la apretó contra mi pecho, quédame inmóvil con ella de este modo.

Por unos segundos siento su cuerpo tensarse por mi contacto, pero luego de un rato, la rigidez desaparece.

No sé por qué razón he sentido la sensación de protegerla, pero no solamente por esta ocasión, sino por todas las otras veces que ella lo vaya a necesitar.

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