Al límite.
PUNTO DE VISTA DE ADRIAN.
«Gracias», dijo ella, bajando la voz hasta convertirla en un suave susurro. Apreté los dientes con fastidio.
Sus palabras parecían poco sinceras, pero la pequeña máscara que llevaba creaba una barrera que le impedía pillarla con las manos en la masa. Escruté su rostro, pero su actitud seguía siendo tranquila.
¿Sabía ella lo que estaba en juego para mí también? ¿Sabía cómo me sentía cada vez que estaba cerca de ella?
Mis pensamientos eran frenéticos, burbujeaban incontrolablemente como una olla descuidada. Tenía que irme.
Sin decir nada más, me di la vuelta y salí de la sala de conferencias, cerrando la puerta en silencio al salir.
Caminé a zancadas por el aparcamiento, con el sonido de mis pasos resonando en el pavimento, hasta que llegué a mi coche y sentí el frío tirador de la puerta en mi mano.
Metí la llave en el contacto y el motor cobró vida con un rugido ensordecedor. Pisé a fondo el acelerador y sentí una oleada de emoción al ver cómo aumentaba el