La Noche que nos Desarmó.
Alexander no sabía en qué momento había perdido el control. Ni siquiera estaba seguro de que alguna vez lo hubiera tenido.
El ascensor lo dejó frente a su destino y él subió corriendo, ignorando la lógica, ignorando la prudencia. Solo importaba una cosa: estar allí, frente a ella.
Golpeó la puerta con la urgencia de quien teme perderlo todo, y el sonido del seguro al abrirse le pareció un milagro. Valentina estaba allí, con el cabello suelto y los ojos desbordando confusión.
—Alexander… —susurró, casi como si pronunciar su nombre fuera un acto peligroso.
Él no respondió de inmediato. Solo la miró, y en esa mirada había hambre, miedo y todo lo que no se atrevía a confesar.
—No puedo… —murmuró ella, llevándose una mano al pecho—. No es apropiado.
Él dio un paso, y otro, cerrando la puerta detrás de sí con un gesto que no admitía dudas.
—No me importa si es apropiado —dijo con la voz quebrada—. No puedo más con esto. Contenerme… cada minuto que paso sin verte es un tormento.
Valentina re