Decisiones.
El aire del pasillo se mezclaba con el aroma de la ciudad despierta, pero dentro del departamento, todo parecía suspendido en un tiempo propio. Alexander apretó la mano de Valentina con suavidad, temiendo que si soltaba su contacto, ella desapareciera como un espejismo.
—No sé qué decir —murmuró ella, apartando apenas la mirada, los ojos brillando de emoción y miedo—. No sé cómo vamos a…
Se interrumpió, buscando las palabras, pero ninguna parecía suficiente para describir lo que ambos habían compartido.
Él respiró hondo, intentando recuperar un hilo de racionalidad que ya se le había escapado. La tensión no estaba solo en la pasión que había consumido la noche, sino en todo lo que aún quedaba por decir, por decidir.
Y en algún rincón de su mente, la imagen de aquel hombre, el que había besado a Valentina frente al elevador, seguía ardiendo como fuego.
—No tenemos que decir nada ahora —dijo Alexander, con voz temblorosa, casi un susurro—. Solo… quedémonos así.
Ella asintió, aunque su s