Hogar. 3

Esa primera noche que Edneris pasaría en casa de su exsuegro le provocaba un cosquilleo nervioso en el estómago, le resultaba inevitable pensar en cómo cambiaría su vida a partir de ese momento, mientras preparaba la cena, sus ojos se desviaron hacia el reloj al lado de la alacena junto a la barra de la cocina, eran las seis y media de la tarde, a esa hora, normalmente, ya estaría en su trabajo, vistiéndose para salir a la pista con la mentalidad de siempre: dar el mejor espectáculo, porque sabía que eso le dejaba más propinas, pero en lugar de eso, estaba peleándose con un frasco de elotitos tiernos que no cedía por más fuerza que hiciera, quería agregarlos a la ensalada que acompañaría las pechugas de pollo que chisporroteaban en la sartén.

— Abre esta cosa, por favor... — pidió, exasperada — No puedo con él. — le entrego el frasco, derrotada.

— Qué bien huele. — comentó Owen, entrando por un vaso de agua, el aroma le hizo gruñir el estómago.

— Espero que te guste mi sazón, porque si no, vas a tener que contratar a otra persona para que cocine, gracias. — añadió, tomando el frasco que él ya había abierto.

— Lo dices como si fuera la primera vez que voy a comer algo preparado por ti. — la miró con una sonrisa mientras ella sacaba algunos elotes y los ponía sobre la tabla.

— Una cosa es que te lo comieras por amabilidad cuando yo era la novia de tu hijo y otra muy distinta es que ahora me pagues por hacerlo. — comenzó a picar con concentración, sin notar que Owen le robaba rodajas de pepino disimuladamente.

— Nunca comí nada por compromiso, siempre me gustó mucho tu comida y si tengo que escoger una favorita, diría que ese salmón con papas cambray que hiciste una noche fue la mejor receta casera que he probado en mi vida. — su sinceridad provocó una pequeña sonrisa en ella.

— Deja de comerte las cosas de la ensalada... — le dio un golpecito en la mano al descubrirlo — Perdona, creo que me tomará un tiempo quitarme las confianzas que te tengo. — agachó la mirada, algo avergonzada.

— ¿Por qué me vas a quitar la confianza? — se hizo a un lado para que ella tomara el tazón con el resto de la ensalada.

— Porque ya no somos nuera y suegro, ahora somos patrón y empleada. — dijo, sonriendo al ver la mueca que él hizo con los labios.

— No me gusta ese término de patrón y tampoco me gusta la idea de que vayas a cambiar tu actitud conmigo solo por eso. — respondió, ayudándola a terminar de preparar la comida.

— Entonces ¿Cómo quieres que te llame? — preguntó Edneris, dejándolo encargado de la ensalada mientras ella revisaba el pollo.

— Me gustaría que me llames papi. — ambos se miraron a los ojos, ella soltó una carcajada.

— Te voy a llamar abuelito mejor. — le dio un empujoncito juguetón con la cadera.

— Oye, no, eso sí que no te lo permito, no estoy tan viejo, todavía aguanto con una jovencita. — respondió con fingida ofensa, aunque ella seguía riendo.

— No te preocupes, sé qué hacer en caso de un paro cardíaco, y conozco las mejores pomadas para los dolores de rodilla. — dijo entre risas, abrazándolo por la espalda.

— Eres una bandida... — murmuró Owen, y con la cuchara le untó un poco de aderezo en la mejilla — No importa si yo pago tu sueldo, no quiero que cambies conmigo. — esperaba que ella escuchara su petición.

— ¿Vas a ponerme reglas para llevar tu casa? — preguntó Edneris, recostándose contra él, mirándolo a los ojos con cierta ternura.

— Creo que tú sabes llevar una casa como se debe, lo único que sí te voy a pedir, es que no laves mi ropa interior. — le guiñó un ojo, divertido.

— ¿No quieres que vea tus pañales? — chilló entre risas, justo antes de que él le pellizcara un rollito de la cintura.

— ¡Grosero! — exclamo — Me dolió ese pellizco, si no quieres que vea tus calzones de Bob Esponja, no te preocupes, no lavaré tu ropa interior. — se alejó riendo mientras apagaba la llama de la cocina.

— Yo uso Calvin Klein, niña. — negó con la cabeza mientras la observaba reír tan risueña.

— El rico humillando al pobre... — lo barrió con la mirada en tono burlón — Yo uso calzones del bazar chino y no lo ando presumiendo. — movió la cabeza con aire de falsa dignidad y esta vez fue Owen quien soltó una carcajada.

— Esa ni tú misma te la crees, una bailarina usando ropa del bazar no es algo que yo pueda imaginar. — terminó de mezclar la ensalada con gesto divertido.

— No soy tan tacaña... — respondió, moviéndose para buscar los platos — Compro mi ropa interior en tiendas bonitas y de calidad. — los bajo con algo de esfuerzo.

— ¿Quieres vino para la cena? — Owen se acercó a una alacena alta, al abrirla, reveló una buena colección de botellas.

— Lo que tú quieras, de licores no sé mucho, y de vinos finos, mucho menos. — se encogió de hombros mientras comenzaba a servir en los platos.

— Bien, te voy a llevar suave esta noche, vamos a ir acostumbrando tu paladar a los vinos buenos, porque imagino que Isaac nunca te llevó a un restaurante decente. — sacó la botella que pensaba destapar.

— Todavía no tiene edad para beber. — soltó Edneris con una risa mientras llevaba los platos hacia la mesa.

— Eso dices tú, pero a bares iba con sus amigos. — dijo Owen, y al instante se dio cuenta de que había metido la pata.

— Bien dicen que no llegas a conocer a una persona por completo, ni, aunque vivas años con ella. — susurró Edneris con un suspiro, bajando la mirada.

— Perdón por sacar ese tema ahora, yo no podía meterme en su relación. — agregó él, bajando las copas y caminando hacia la mesa del comedor.

— Yo no voy a culparte, es tu hijo y tenías que solaparlo por eso mismo, de todos modos, eso ya no importa mucho ahora... — trató de ocultar sus emociones girando el rostro — Dejé mi celular abajo y esperaba una llamada de Alice. — dicho eso, salió corriendo del comedor.

Edneris bajó las gradas con prisa, pero al llegar a la mitad resbaló, cayó dando tumbos por los escalones restantes, hasta quedar sentada en el suelo, con las lágrimas brotando al fin, se abrazó las piernas intentando ahogar los sollozos, no quería hacer sentir culpable a Owen, que tanto la estaba ayudando en ese momento tan gris, pero él no tardó en ir a buscarla, sabiendo que la excusa del celular había sido una mentira.

— Edneris... — se sentó junto a ella en las gradas, tomándola del brazo para acercarla con suavidad — Perdóname por sacar eso en este momento, si hubiera sido sincero contigo desde el principio, quizás no estarías pasando este trago tan amargo. — ella no lo rechazó, torpemente lo abrazó y dejó que su rostro descansara en su hombro.

— La única forma de prevenir un corazón roto es nunca enamorarse y eso es casi imposible de conseguir, pero cómo duele el primer engaño. — Edneris seguía llorando.

— ¿Es la primera vez que te engañan? — preguntó Owen, sintiendo un nudo formarse en su estómago.

— Sí, es la primera vez que un novio me traiciona de esta forma y el novio, como sea, hay muchos hombres en el mundo, pero yo quería creer que mi hermana jamás me haría una bajeza de ese calibre, tontamente pensé que tenía algo bueno en el corazón, pero, solo hay m****a. — sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas.

— A veces la familia es nuestro peor enemigo, lo mejor que uno puede hacer, es mantenerlos lejos, por salud mental. — la abrazó con fuerza, sin añadir nada más, solo quiso que ella supiera que no estaba sola

— Siento que acabo de quedarme huérfana. — dijo, mientras se limpiaba los moquitos que se le escapaban.

— ¿Quieres que sea tu papi adoptivo? — le tomó la barbilla con dulzura y le dio un beso en la frente.

— No es mala idea. — respondió Edneris con una risa bajita, intentando dejar atrás la tristeza.

— Podemos ser una familia, de todos modos, no hace falta compartir lazos sanguíneos para eso, sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, consejos o lo que sea, sin importar nada. — volvió a besarla en la frente, esta vez un poco más lento y sentido.

— Ya se debe haber enfriado la comida... — dijo, dándose la vuelta para quedar de rodillas entre sus piernas — Gracias por ser tan bueno conmigo. — añadió antes de darle un beso en la mejilla.

— Vamos a cenar, deja de estar llorando por un bobo, ya verás que pronto encontrarás a un hombre que realmente valga la pena, uno que te haga sonreír todo el tiempo y te trate como lo mereces. — la sostuvo de la cintura para ayudarla a ponerse de pie con facilidad.

— ¿Y qué es lo que merezco? — preguntó divertida, porque la había levantado como si no pesara nada.

— Te mereces la luna, el sol, los planetas y hasta cada una de las estrellas del cielo. — le tomó la mano con suavidad para subir juntos.

— Bajarme los planetas va a estar complicado, pesan mucho. — bromeó Edneris, obligada a reírse con ternura.

— Un hombre enamorado hace eso y más. — le respondió, cediéndole el paso cuando llegaron arriba.

Edneris se sentó a la mesa junto a Owen, tal como había anticipado, la cena fue bastante silenciosa y por momentos se sintió un poco extraña al tener frente a sí una copa con vino blanco que él mismo le había servido, muchas de sus cenas, hasta entonces, habían consistido en una botella con agua o una cajita de leche acompañando una galleta o un emparedado improvisado, muy rara vez había tenido una comida tan completa y bien servida como aquella.

Sus tareas como empleada doméstica no eran complicadas: cocinar, lavar los platos, la ropa y mantener la casa limpia y ordenada, en un lugar donde solo vivían dos personas, eso parecía pan comido, tras la cena, lavó los platos y bajó al que desde ese momento sería su dormitorio, terminó de ordenar lo que le faltaba, aprovechando la soledad para desahogarse un poco más, era un trago amargo que volvería a saborear el lunes, cuando se presentara en la universidad.

Mientras guardaba los últimos libros en la repisa, escuchó sonar su celular, por la hora, pensó que sería su madre otra vez, pero al revisar la pantalla se sorprendió, era Cloe, por eso, respondió sin pensarlo dos veces.

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— Hola. — dijo, sentándose en la cama.

— Hola, Ed ¿Cómo estás? — susurró Cloe del otro lado de la línea.

— Bien, gracias ¿Qué pasó? — se extrañó al escucharla hablar tan quedo.

— ¿Es verdad que le tomaste un video a Evelyn mientras estaba cogiendo con Isaac en tu apartamento? — preguntó sin rodeos, no era precisamente una experta en el arte de la discreción.

— Sí, es verdad, un video y fotos también. — se dejó caer de espaldas sobre la cama.

— Ahora entiendo por qué mamá anda echando espuma por la boca y acusándote de mil cosas. — rio por lo bajo.

— No me sorprendería que me acuse a mí, cuando fue Evelyn quien me traicionó. — murmuró Edneris, clavando la mirada en el techo.

— Evelyn dice que ustedes ya habían terminado hace meses y que tú, de loca, no querías dejar el apartamento. — Cloe soltó el comentario esperando que su hermana se animara a contarle el resto del chisme.

— Eso es mentira, nuestra relación estaba intacta, hasta que a ella se le ocurrió meterse y tú sabes que, cuando Owen se enteró, corrió a Isaac del apartamento. — esperaba que esa parte llegara bien clarita a oídos de Evelyn.

— ¿De verdad lo corrió? — Cloe estaba impactada.

— Sí, lo corrió, le canceló las tarjetas de crédito, el pago automático a la universidad y hasta donde sé, no quiere ni ver una foto de Evelyn. — Edneris recordaba con claridad cada una de las llamadas que Owen hizo esa mañana.

— En la cena de hoy, Evelyn decía con toda la boca que Owen iba a terminar amándola porque ella era "así de encantadora". — las dos estallaron en una risa cómplice.

— No es moneda de oro para agradarle a todo el mundo. — susurró Edneris, girándose de lado para mirar uno de los portarretratos donde aún estaba con Isaac.

— ¿Y qué vas a hacer ahora? — preguntó Cloe, cuando el silencio entre ambas se hizo un poco más largo.

— Dejar mi trabajo y buscar uno nuevo, terminar mi carrera y quizás, en un futuro no muy lejano, me vaya de la ciudad. — empezó a contemplar la idea en voz alta, como si al decirlo tomara más forma.

— No quisiera que te fueras, eres mi único apoyo emocional y también económico, pero si sientes que eso es lo mejor para ti, sabes que yo te voy a apoyar. — dijo con dulzura, y un tono de tristeza escondido.

— Gracias, solo espero que no me causen más problemas, si hablas con Evelyn, dile que haga su vida con Isaac y que no me moleste, ya consiguió quitarme todo, ahora que me deje en paz. — dijo, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano.

— Quisiera poder ayudarte de la misma forma que tú lo has hecho conmigo, pero realmente no puedo y eso me hace sentirme impotente. — su voz también se quebró al final.

— Lo único que puedo pedirte a ti es que termines tu carrera, por lo demás yo me las arreglo solita. — respondió con un suspiro, interrumpido por un largo bostezo que no pudo contener.

— Pasa buenas noches, me alegra saber que no estás tan mal como yo pensé. — dijo Cloe, con verdadero alivio.

— Buenas noches, nos vemos el lunes en la universidad. — fue Edneris quien colgó la llamada.

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Edneris se quedó acostada de lado, las lágrimas aun resbalando silenciosas por su rostro, mientras abrazaba el dolor que le apretaba el pecho, sus ojos, hinchados por el llanto, no dejaban de observar la fotografía sobre la mesita, pero su mente poco a poco se fue nublando, vaciándose hasta quedarse completamente en blanco, el agotamiento emocional terminó por vencerla y, sin darse cuenta, se quedó profundamente dormida sobre aquella cama que, aunque ajena, le ofrecía por primera vez en mucho tiempo un poco de paz.

Mientras tanto, Owen bajó a la oficina en busca de unos documentos que necesitaba comparar con otros papeles que había dejado en su maletín, al pasar junto al cuarto de Edneris, notó que la puerta estaba entreabierta, supuso que ella estaría organizando algo o tal vez terminando de acomodar sus cosas, así que se acercó con cautela, movido por una mezcla de curiosidad y preocupación.

Al asomarse, la encontró profundamente dormida, estaba tendida sobre la cama, aún vestida, con los brazos extendidos como si en medio del sueño hubiera intentado abrazar algo que ya no estaba, no tenía la sábana puesta y un leve escalofrío recorrió su piel desnuda por el clima nocturno. Owen entró en silencio, procurando no hacer ruido y con suavidad tomó la sábana para cubrirla, después apagó la luz de la lámpara sobre el buró, pero no salió del cuarto de inmediato.

Se quedó de pie unos segundos, observándola en el silencio absoluto, la tenue luz de la luna que entraba por la ventana delineaba su rostro, resaltando la dulzura de sus facciones incluso dormida, se preguntó cómo era posible que su hijo hubiera sido capaz de herir a una mujer como ella, si él la hubiera conocido primero, si la vida le hubiera dado esa oportunidad, jamás se habría permitido hacerle una bajeza semejante, la habría atesorado como lo que era: una diosa caída entre los hombres.

Impulsado por un sentimiento cálido y silencioso, se inclinó ligeramente sobre ella, con el corazón latiéndole con fuerza, depositó un beso suave en su mejilla, muy cerca de la comisura de los labios, en ese instante, ella se removió apenas, lo suficiente como para hacerlo dar un paso atrás con rapidez. Owen se apartó en silencio y, tras dedicarle una última mirada cargada de ternura y pesar, cerró la puerta con sumo cuidado, dejando que el descanso la envolviera completamente.

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