Esa primera noche que Edneris pasaría en casa de su exsuegro le provocaba un cosquilleo nervioso en el estómago, le resultaba inevitable pensar en cómo cambiaría su vida a partir de ese momento, mientras preparaba la cena, sus ojos se desviaron hacia el reloj al lado de la alacena junto a la barra de la cocina, eran las seis y media de la tarde, a esa hora, normalmente, ya estaría en su trabajo, vistiéndose para salir a la pista con la mentalidad de siempre: dar el mejor espectáculo, porque sabía que eso le dejaba más propinas, pero en lugar de eso, estaba peleándose con un frasco de elotitos tiernos que no cedía por más fuerza que hiciera, quería agregarlos a la ensalada que acompañaría las pechugas de pollo que chisporroteaban en la sartén.
— Abre esta cosa, por