A la mañana siguiente
¿Quién podría creer que, a estas alturas de la vida, un hombre con mi experiencia tenga que recurrir a una masturbación de urgencia por segunda vez consecutiva en menos de cuarenta y ocho horas? ¡Es que ni yo mismo me lo creo!
Deslizo la pantalla de la ducha con brusquedad y salgo de allí haciendo berrinches. Los chorros de agua se deslizan por mi piel y dejan un rastro de humedad a lo largo de mi recorrido. Tiro de la toalla que cuelga de la percha, la envuelvo alrededor de mis caderas y afianzo mis pisadas sobre el mármol con más fuerzas de la necesaria al dirigirme hacia el lavamanos. Ruedo los ojos y bufo con enojo. ¿Cuándo antes había actuado como un chiquillo malcriado?
Maldigo por lo bajo y Despotrico contra el universo en más oportunidades de las que lo he hecho en toda mi vida. Doce putas horas estacionado frente a esa casa como si fuera un maldito acosador.
«Si no te conociera, diría que estás haciendo una pataleta»
Mando a volar el pensamiento de