―Debo hacer esto, cariño ―me dice Lud, decidido, al tomar su pistola y guardar un par de cargadores en el bolsillo de su pantalón―. Tenemos que averiguar si es el maldito senador el que está involucrado detrás de todos los acontecimientos.
Trago grueso y me acerco a él, para intentar convencerlo de que se quede conmigo. Tengo un mal presentimiento. Quizás sean mis nervios, el trauma por todo lo que sucedió, pero siento un nudo en el estómago que me retuerce las tripas. No sé si ese senador tenga algo que ver con lo que nos pasó, pero estoy convencida de que hay alguien más detrás de todo esto. Quizás sea el reverendo Graham, es una posibilidad, pero no estoy segura de ello.
―¿Te has detenido a pensar que no hemos podido disfrutar, como se debe, de nuestra primera noche de casados? ―intento persuadirlo apelando a sus sentimientos, porque estoy dispuesta a hacer lo que sea para retenerlo a mi lado―. Necesito a mi esposo conmigo.
Me acerco a él y lo rodeo del cuello con mis brazos. Una so